La Vanidad Inmortal: Un Intercambio Sin Retorno
Ichigo Kurosaki, un adolescente con la paciencia tan corta como su cabello, no entendía por qué Rangiku Matsumoto, su teniente de la Sociedad de Almas, siempre lo arrastraba a sus caprichos. Ese día era "compras de ropa", una tortura que Ichigo detestaba con cada fibra de su ser. Rangiku, con su habitual despreocupación y su coquetería innata, ignoraba sus quejas.
—¡No voy a ir! —gruñó Ichigo, cruzándose de brazos—. ¡Nunca quieres visitar a mis padres!
Rangiku suspiró dramáticamente. —¡No es tan difícil para ti! —replicó, con una sonrisa astuta.
La discusión escaló, como solía pasar con ellos. Ichigo se quejó de que ella nunca entendería cómo se sentía. Rangiku, ofendida por la resistencia de Ichigo y con una idea maliciosa formándose en su mente, decidió tomar cartas en el asunto. Fue un hechizo que lanzó sin previo aviso, sin consentimiento, impulsada por una mezcla de aburrimiento, vanidad y una pizca de malicia. Un destello rojizo los envolvió.
Cuando la luz se disipó, la realidad se fragmentó.
Ichigo se encontró de pie, pero la sensación era extraña. Su centro de gravedad había cambiado. Sus ojos se abrieron de golpe al ver dos prominencias familiares en su pecho. Miró hacia abajo. Estaba en el cuerpo escultural de Rangiku.
—¡¿QUÉ HICISTE?! —rugió, pero su voz era ahora la melodiosa y seductora de Rangiku. El disgusto era palpable en su rostro. Solo podía pensar en una cosa: salir de ese cuerpo "blando". —¡Oh, Dios! ¡Los pechos de Matsumoto parecen que se van a caer! ¿Por qué Matsumoto se viste así? ¡Ugh… Terminemos con esto de una vez!
Mientras tanto, Rangiku, en el cuerpo de Ichigo, se sentía… poderosa. Ligera. Libre. Una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro. Esto era mucho mejor que las compras aburridas. Su mente de repente se llenó de un pensamiento delicioso: podía verse a sí misma, a su propio cuerpo, desde todos los ángulos.
—Bueno, ya que te negaste a ayudarme con las compras, decidí que sería mejor que fueras mi modelo por mí —dijo Rangiku (en el cuerpo de Ichigo), con una risa satisfecha. —Ahora no te preocupes, tan pronto como terminemos de probarte una docena de conjuntos, volveremos a cambiarnos.
Pero esas palabras fueron una cruel mentira.
Rangiku, impulsada por su vanidad y el deseo de verse a sí misma, arrastró a Ichigo (en su propio cuerpo) a través de innumerables tiendas. Ichigo, humiliated, se vio obligado a probarse vestidos, faldas, lencería. Cada prenda era una nueva tortura, una nueva capa de humillación. Se sentía atrapado, incómodo, su mente masculina en una forma femenina que detestaba. Los comentarios de Rangiku sobre "sus" muslos, "sus" caderas, "su" trasero, solo aumentaban su agonía. Rangiku, por su parte, se deleitaba con el espectáculo, examinando cada detalle de su figura desde una perspectiva ajena, con una sonrisa de pura satisfacción egoísta.
La Condena Permanente
Los días se convirtieron en semanas. Las súplicas de Ichigo para revertir el hechizo se encontraron con excusas, evasivas, o simplemente con la indiferencia sonriente de Rangiku. El "intercambio de cuerpos" no era una poción temporal, ni un truco fácil de deshacer. Rangiku, en su petulancia, o quizás por simple ignorancia, había realizado un hechizo de transposición de almas casi permanente. Manaphy, el legendario que a veces causaba estas cosas, era una leyenda en ese mundo, y no una solución a la mano.
Ichigo, atrapado en el cuerpo de Rangiku, se hundió en una profunda desesperación. Su vida como Shinigami se vio comprometida; la fuerza y la agilidad de Rangiku no eran suyas, y la sensación de debilidad lo consumía. El mundo lo veía como una mujer, y él no podía soportarlo. La idea de afeitarse las piernas se sentía como una derrota personal. Su carácter ya irritable se volvió oscuro y resentido. Se aisló, su furia contenida solo por la impotencia.
Rangiku, en el cuerpo de Ichigo, disfrutaba de la libertad y la simplicidad de una forma masculina. Se divertía con la sorpresa de los demás al ver a "Ichigo" actuar con tanta frivolidad. Sin embargo, su nueva vida no le trajo una felicidad duradera. La novedad se desvaneció, y el peso de las responsabilidades de Ichigo (que ahora eran las suyas) comenzó a abrumarla. Su despreocupación se convirtió en apatía, y la falta de desafíos reales la dejó vacía. El cuerpo de Ichigo se sentía… limitado, sin las curvas y la "diversión" del suyo propio.
El Final Sin Lecciones
Nunca regresaron a sus cuerpos originales.
Ichigo Kurosaki, el alma rebelde y protectora, se convirtió en una mujer amargada y reclusa, atormentada por la memoria de lo que había perdido y la indignidad de su nueva existencia. No hubo lecciones de empatía, solo una condena a vivir en una piel ajena que detestaba.
Rangiku Matsumoto, la teniente vanidosa y despreocupada, siguió existiendo en el cuerpo de Ichigo, atrapada en una forma que ya no la excitaba y una vida de deberes que encontraba tediosos. Su egoísmo no le permitió aprender nada; solo la llevó a una existencia superficial y sin verdadera alegría.
Ambos quedaron rotos, dos almas perdidas en cuerpos ajenos, sin ninguna redención o entendimiento, condenados a una desdicha que la vanidad de uno y la impotencia del otro habían forjado.
FIN
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