La Trampa Dorada de Peach: Un Reino Patas Arriba
El aire en el castillo de Bowser apestaba a azufre y a la smog complacencia de la victoria. En las profundidades, entre calderos burbujeantes y Koopas asustadizos, el rey de los Koopas rugía de triunfo. Tras años de fracasos, de castillos destruidos y princesas rescatadas, había logrado lo impensable: robar el Espejo de las Almas. Un artefacto antiguo, hallado en las ruinas más remotas del Reino Koopa, con el poder de intercambiar cuerpos.
"¡Kamek!", bramó Bowser, su voz grave resonando en la caverna. "¡Es hora de la fase final! ¡Prepara el espejo!" El anciano Magikoopa, con su varita temblorosa, asintió, aunque una punzada de inquietud lo recorrió. Bowser no era conocido por su sutileza, y esta vez, el plan parecía demasiado… personal.
El último asalto al Reino Champiñón fue un caos. Goombas, Koopa Troopas y Lakitus llovían del cielo, sembrando el pánico. La Princesa Peach, con su habitual valentía, intentaba proteger a Mario de una emboscada particularmente sucia. Justo cuando un Blargg gigante se abalanzaba sobre el fontanero, Kamek activó el Espejo de las Almas. Un cegador destello de luz dorada envolvió a Peach y a Mario, más brillante que cien Super Estrellas. Cuando la luz se disipó, el silencio cayó sobre el campo de batalla, solo roto por el sonido de las criaturas Koopa confundidas.
Bowser se sintió… extraño. Ligero. Demasiado ligero. Su armadura se había esfumado, reemplazada por una tela suave y rosa. Llevó una garra a su rostro, pero lo que tocó fue una piel tersa, una nariz pequeña. Miró sus manos, que ahora eran delicadas y con uñas perfectas. Con un grito gutural, intentó rugir, pero de sus labios salió una voz melodiosa, femenina, familiar. ¡Era Peach! ¡Estaba en el cuerpo esbelto y delicado de la Princesa Peach, vestido con su icónico vestido rosa!
Al principio, la incomodidad lo invadió. ¡Qué asco! ¡Un vestido! ¡Y estos... rasgos! Pero luego, la comprensión se apoderó de él, y estalló en carcajadas. "¡JAJAJAJAJAJAJA!", gritó con la voz angelical de Peach, pero con su inconfundible tono arrogante, "¡Funcionó! ¡Funcionó, Kamek! ¡Ahora este reino es MÍO! ¡Y Mario... ni siquiera te atreverás a atacarme ahora, es "¡un tonto!"
Mientras tanto, en medio de la confusión de los esbirros de Bowser, la verdadera Peach despertó. Un peso inmenso la abrumaba. Su cuerpo era enorme, musculoso, cubierto de escamas ásperas. Un caparazón con pinchos le apretaba la espalda. Intentó gritar, horrorizada, pero de su garganta solo salió un rugido profundo y atronador. "¡¿Qué ha pasado?! ¡Mario, soy yo, Peach! ¡Es un truco de Bowser!", intentó decir, pero sus palabras se ahogaron en una serie de gruñidos guturales que la aterrorizaron.
Los Toads, al ver a un "Bowser" moviéndose de manera extraña, con una expresión de pánico que nunca habían visto en el rey Koopa, y a una "Peach" riendo de forma siniestra y arrogante, se quedaron completamente paralizados. La escena era tan absurda como aterradora.
Bowser (ahora en el cuerpo de Peach), con una maldad hilarante, aprovechó su nueva y engañosa apariencia para dar órdenes en el castillo de la Princesa, que ahora consideraba suyo. "¡Toads! ¡Escúchenme bien!", graznó con la voz melodiosa de Peach, forzando una sonrisa dulce que le hacía doler los músculos faciales. "¡Arresten a ese monstruo horrible! ¡Ha intentado secuestrarme y me ha dejado traumatizada!" Señaló con un dedo delicado a la verdadera Peach, que aún intentaba explicarse con gruñidos y gestos desesperados.
Justo en ese momento, Mario y Luigi llegaron corriendo al lugar, con sus gorras ladeadas y sus puños listos para la acción. Pero se detuvieron en seco, confundidos por la escena. ¿Peach estaba bien? ¿Y por qué Bowser estaba actuando tan... raro?
"¡Peach, estás bien?", preguntó Mario, su voz llena de desconcierto al ver la sonrisa malvada en el rostro de su amada.
"¡Claro que sí, cariño! ¡Más que bien!", improvisó Bowser, forzando una risa falsa y aguda, intentando imitar los gestos de la princesa. "Solo... eh... ¡estaba celebrando nuestra victoria! ¡Este Bowser es un bicho raro!"
Peach (en el cuerpo de Bowser), indignada por la traición y la manipulación, intentó acercarse a Mario, ignorando a los Toads que la rodeaban con lanzas, sus pequeños ojos llenos de miedo. "¡Mario, escúchame! ¡Soy Peach! ¡Bowser nos intercambió los cuerpos! ¡Es él! ¡No lo ves?!", rugió, pero sus palabras solo sonaron como un gruñido amenazante, lleno de furia Koopa.
Los Toads, aterrados por el "monstruo" que decía ser su princesa, reforzaron el cerco.
Luigi, siempre más perceptivo que su hermano, frunció el ceño. Se rascó la barbilla, observando la escena con una sospecha creciente. "Mario...", susurró, tirándole de la manga, "algo no cuadra. Peach nunca llama a nadie 'cariño'. Y esa risa... no es la suya."
El comentario de Luigi sembró una semilla de duda en la mente de Mario, quien, aunque ingenuo, confiaba en el instinto de su hermano. La "Princesa" continuó riendo y gesticulando de forma extraña, mientras el "Rey Koopa" intentaba desesperadamente comunicarse con ellos.
Mientras Bowser (como Peach) intentaba convencer a Mario de que "Bowser" estaba completamente loco y debía ser encerrado, la tensión crecía. Kamek, el Magikoopa que había ayudado con el hechizo, observaba todo con creciente desasosiego. La arrogancia de Bowser en el cuerpo de Peach era insoportable. Y lo peor, Kamek se dio cuenta de que Bowser no tenía la menor intención de revertir el cambio. De hecho, había oído al rey Koopa murmurar planes para deshacerse de todos, incluidos sus propios secuaces Koopa, ahora que tenía el poder y la apariencia para engañar. El remordimiento comenzó a corroer al viejo mago.
El anciano Koopa se acercó sigilosamente a Luigi, aprovechando un momento en que Mario y "Peach" (Bowser) discutían acaloradamente. "¡Psst! ¡Fontanero de verde!", susurró Kamek, su voz apenas audible. "¡El espejo! ¡El Espejo de las Almas! Está en el sótano más profundo del castillo de Bowser. ¡Pueden revertir esto! ¡Solo si lo activan antes de que sea demasiado tarde!" Y con una reverencia nerviosa, se desvaneció entre la multitud.
Con esa información crucial, Mario y Luigi idearon un plan, rápido y arriesgado. El tiempo era oro. Primero, debían distraer a "Peach" (Bowser) para que no sospechara de sus movimientos. Segundo, liberar a "Bowser" (la verdadera Peach) de sus captores Toads y llevarla con ellos. Finalmente, tendrían que enfrentar a Kamek para que les ayudara a usar el espejo correctamente, pues solo él conocía el verdadero conjuro.
El plan se puso en marcha. Mario, con una audacia calculada, empezó a "coquetear" exageradamente con "Peach", distrayéndola con cumplidos absurdos y peticiones para que le contara sus "malvados planes". Bowser (en el cuerpo de Peach), halagado y confiado, se jactaba de su astucia, dándole tiempo a Luigi para colarse y liberar a la verdadera Peach.
En el sótano del castillo de Bowser, oscuro y lleno de telarañas, el grupo encontró el Espejo de las Almas, imponente y misterioso en el centro de la sala. Justo cuando Kamek se preparaba para recitar el conjuro, un grito agudo resonó desde la entrada. Bowser (como Peach) los había alcanzado, su rostro dulce contorsionado por la ira.
"¡Patéticos! ¡Nadie arruinará mi plan! ¡Este reino es mío!", gritó, lanzando un hechizo de fuego desde las manos de Peach. Pero el cuerpo delicado de la princesa no estaba hecho para tal poder. El fuego se disipó con un pequeño pop, y Bowser (en el cuerpo de Peach) se quemó dolorosamente los dedos, soltando un grito agudo que no sonaba muy amenazante.
Peach (como Bowser), al ver el peligro, aprovechó su nuevo y formidable poder. Con un rugido atronador, escupió una ráfaga de fuego para proteger a Mario y a su hermano. El fuego salió de su boca con una furia controlada, un espectáculo impresionante que sorprendió incluso a Kamek. Mientras tanto, Luigi y Kamek trabajaban frenéticamente en el espejo, el Magikoopa recitando el conjuro correcto, las gemas del marco del espejo brillando con intensidad. Con un último esfuerzo conjunto, el espejo brilló con una luz dorada cegadora, y las almas, con un suspiro colectivo, parecieron regresar a sus cuerpos originales…
El espejo se resquebrajó y se rompió en mil pedazos durante el proceso, incapaz de soportar la magnitud de la magia. Y aunque Bowser y Peach volvieron, milagrosamente, a sus cuerpos, algo quedó mal. Una pequeña, pero hilarante, consecuencia.
Bowser, de vuelta en su imponente forma Koopa, intentó gruñir de frustración, pero un estornudo lo interrumpió. "¡ACHÚUUUU!", y de su garganta salió la voz delicada y melodiosa de Peach, haciendo que sus propios secuaces se quedaran congelados de asombro.
Peach, de vuelta en su icónico vestido rosa, intentó suspirar de alivio, pero de sus labios escapó una pequeña chispa de fuego, quemándole accidentalmente un mechón de cabello. "¡Oops!", exclamó, con los ojos bien abiertos.
Mario, al ver a Bowser estornudar con la voz de Peach, no pudo contenerse. Estalló en carcajadas, una risa incontenible que resonó por todo el sótano.
El reino estaba a salvo, la amenaza del intercambio de cuerpos se había disipado. Pero Bowser juró venganza, prometiendo el fin de Mario y la Princesa… aunque, por primera vez, sus amenazas sonaban un poco menos intimidantes, especialmente cuando su voz subía de tono inesperadamente.
Moraleja: Robar el cuerpo de alguien no te dará su corazón… solo un montón de problemas, y quizás, una voz que nunca pediste
Historia con un fin Malo.
El aire en el Reino Champiñón siempre había sido vibrante, perfumado con la dulce fragancia de las flores y resonando con la alegría de sus habitantes. Pero esa mañana, una sombra helada se cernió sobre la aparente calma. El cielo, normalmente de un azul claro, se tiñó con un matiz ominoso, mientras en la lejanía, la inconfundible silueta del castillo de Bowser se erguía amenazante.
Dentro de sus muros, la tensión era palpable. Kamek el Magikoopa, con su túnica azul ondeando y su varita centelleante, ultimaba los detalles de un plan que ni el mismísimo rey Koopa había soñado en sus pesadillas más ambiciosas. Bowser, con su habitual arrogancia, rugía instrucciones a sus tropas, pero esta vez, había una urgencia inusual en su voz. "¡Escuchen bien, Koopas! Cuando vean a la Princesa, ella será yo. ¡Mi palabra será su palabra, mi comando su ley! ¡No duden, no cuestionen, o su castigo será peor que mil soles abrasadores!" Sus ojos amarillos brillaban con una astucia macabra, sabiendo que la verdadera batalla no sería con puños ni fuego, sino con la más sutil de las magias: el engaño. Quería que no hubiera lugar a dudas entre sus soldados, que la "nueva Peach" fuera obedecida sin objeción, eliminando cualquier posibilidad de que la verdadera Princesa pudiera revertir la situación desde su propio cuerpo.
El ataque se desató con la furia habitual de Bowser. Tropas de Goombas y Koopas irrumpieron en las afueras del Reino Champiñón, sembrando el caos y la confusión. Mario, con su valentía inquebrantable, lideraba la defensa, sus saltos acrobáticos y sus puñetazos certeros desarmando a los invasores. La Princesa Peach, a su lado, aunque más cautelosa, irradiaba una luz de esperanza, animando a sus súbditos y ofreciendo apoyo.
Fue en medio de la vorágine, mientras Peach se apresuraba a ayudar a un Toad herido, que el momento preciso llegó. Kamek, oculto entre la maleza, levantó su varita. Un rayo de energía púrpura, denso y silencioso como la muerte, se disparó hacia la Princesa. En un instante aterrador, una luz cegadora envolvió a Peach, y cuando la luz se disipó, la figura de Bowser, grande y corpulenta, se tambaleó donde la Princesa había estado, mientras el cuerpo de Peach caía inerte al suelo, rodeado por los Koopas que la habían tenido en la mira todo el tiempo.
El intercambio había sido un éxito devastador. Los Koopas, siguiendo las estrictas órdenes previas de Bowser, no perdieron un segundo. La Princesa, ahora en el cuerpo del rey Koopa, fue apresada de inmediato. Sus ojos, llenos de un horror indescriptible, luchaban por enfocar mientras una aguja se hundía en su brazo. Un potente sedante la sumió en la inconsciencia antes de que pudiera emitir un solo grito, antes de que pudiera suplicar ayuda. Rápidamente, la arrastraron a un calabozo subterráneo, una fortaleza inexpugnable, a prueba de fugas y de fuego, construida para contener a las amenazas más peligrosas. Allí, en la oscuridad y el silencio, la verdadera Peach se convirtió en prisionera de su propia impotencia.
Mientras tanto, en el campo de batalla, el asombro se apoderó de Mario. De repente, la voz melosa y delicada de Peach, pero con un matiz extrañamente profundo, resonó en el aire: "¡Alto el fuego! ¡Detengan el ataque!" Mario se detuvo, confundido, el martillo aún en sus manos. Bowser, ahora habitando el cuerpo de la Princesa, se acercó a Mario, sus ojos, aunque los de Peach, brillaban con una malicia apenas contenida. "No te preocupes, Mario," dijo con una voz dulcificada hasta el extremo, "hemos ganado." Mario frunció el ceño. "¿Hemos ganado? ¿Pero cómo...?" Bowser, con una sonrisa que no le llegaba a los ojos, lo interrumpió con un gesto delicado: "No importa. Los Koopas no atacarán. Ya no hay necesidad."
El plan de Bowser era impecable. Había instruido a sus fuerzas para que cesaran el ataque en el momento exacto en que el intercambio de cuerpos se completara. La confusión de los Koopas ante la aparición de "Peach" en su campo fue rápidamente sofocada por el recuerdo de las amenazas de su rey. Se rindieron, depusieron sus armas, creando una escena de paz surrealista en medio del caos de la batalla.
La "nueva Peach" se dirigió tanto a los súbditos del Reino Champiñón como a los recién "rendidos" Koopas. Su voz, aunque suave, resonaba con una autoridad fría y calculada. "Esta es una nueva era," proclamó, sus ojos recorriendo las multitudes. "Una era donde todos vivirán bajo mi mando. Una era de orden, de una paz inquebrantable." Los Toads, aliviados por el cese de la violencia, aplaudieron con fervor, ajenos a la oscura verdad que se ocultaba tras esa sonrisa tan familiar.
Pero el plan de Bowser no estaba completo. Necesitaba neutralizar a la única persona que podría interponerse en su camino, al héroe que siempre había desbaratado sus esquemas. Con un susurro seductor, la "nueva Peach" se acercó a Mario, sus ojos brillando con una luz extraña. "Mario," murmuró, su voz cargada de una intimidad inusual, "ven conmigo. Tengo algo especial para ti. Una celebración por nuestra victoria."
Mario, siempre leal y con un corazón ingenuo, siguió a la "Princesa" sin dudarlo. La llevó a sus aposentos reales, y allí, entre sedas y luces tenues, se desarrolló una noche que cambiaría a Mario para siempre. Bowser, en el cuerpo de Peach, desató una pasión y una ternura que el pobre Mario jamás había experimentado con la verdadera Princesa. Cada caricia, cada palabra susurrada, cada momento íntimo, fue diseñado con la precisión de un maestro manipulador. Mario, que nunca había recibido ni una sola caricia tan profunda de la Peach real, cayó rendido. Su corazón, antes dedicado a la salvación del reino, ahora solo deseaba complacer a esta "nueva" Princesa. Quería serle fiel por siempre, ciego a la oscura verdad que se ocultaba tras los ojos de la mujer que amaba.
Mientras tanto, en el calabozo, la verdadera Princesa Peach, atrapada en el cuerpo de Bowser, lloraba en la oscuridad. Sus súplicas resonaban en las paredes de piedra: "¡Soy yo! ¡Soy Peach! ¡Bowser me ha engañado!" Pero sus gritos eran los rugidos guturales del Rey Koopa, y nadie en el castillo se atrevería a acercarse al "monstruo" que ahora lamentaba en su celda. Nadie la escuchaba, nadie le hacía caso. Los Koopas que vigilaban la prisión simplemente se encogían de hombros, pensando que su rey estaba más loco de lo habitual.
Mario, completamente envuelto en su felicidad, no notaba el cambio. No había rastros de la dulzura habitual de Peach, ni de su preocupación por el reino, solo una devoción incondicional hacia él y una aparente "nueva" fortaleza. Luigi, siempre más perceptivo y con una intuición que su hermano mayor a menudo ignoraba, era el único que veía las cosas raras. La mirada de Peach era diferente, su risa tenía un eco extraño, y su comportamiento era, simplemente, "demasiado bueno para ser verdad". Intentó advertir a Mario, intentó expresar sus sospechas, pero Mario, cegado por su enamoramiento, lo desestimó con una sonrisa. "Estás imaginando cosas, Luigi. Peach está feliz. ¡Todos estamos felices!"
Pero un día, Luigi desapareció. Mario lo buscó y lo buscó por todo el reino, su preocupación creciendo con cada hora que pasaba. Preguntó a los Toads, revisó cada tubería, pero no había rastro de su hermano. Había desaparecido sin dejar rastro, otro plan meticulosamente ejecutado por Bowser para eliminar a cualquier posible interferencia.
La noche cayó sobre el Reino Champiñón, y con ella, una oscuridad diferente. No era la oscuridad de una invasión, sino la de una verdad oculta, de un reino bajo el yugo de un tirano disfrazado de su protectora. La verdadera Peach languidecía en su prisión, y Mario, el héroe, vivía una mentira, amando a su captor, mientras la sombra de Bowser se extendía, irreversible, sobre un mundo que había sido engañado para creer que vivía en paz.
Mientras Mario vivía una fantasía sexual cada Noche, el reino se iba consumiendo en la desesperación, y el reino Champiñón que alguna vez fue feliz, se sumía en la Oscuridad y la esclavitud, Bowser había ganado, y sí había ganado esclavos y un caballero fiel, además que disfrutaba mucho el cuerpo de Peach, quien era mucho mejor que el suyo, ahora gozaba todas las ventajas de ser una Reina, pues ya no era princesa, y de tener a un Rey que hacia todo lo que ella deseaba Mario, tal era su devoción por la Nueva Peach, que hasta olvido a su hermano, el sufrimiento por los demás y casi a si mismo.
FIN
Comentar no te cuesta mas que un minuto de tu tiempo y motivas al creador
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
¿Te ha pasado que quieres decir algo pero las palabras no son suficientes? Ahora puedes colocar imágenes o vídeos en comentarios, con los siguientes códigos:
[img]URL de la imagen[/img]
[video]URL del video[/video]