La Paradoja Musculosa: Un Nuevo Cuerpo, Un Alma Atrapada
Bea, la intrépida Líder de Gimnasio de tipo Lucha de Stow-on-Side, era la personificación de la disciplina y la fuerza. Cada músculo, cada movimiento, era el resultado de años de entrenamiento inquebrantable. Rika, por otro lado, era una entrenadora Pokémon más relajada y cerebral, conocida por su agilidad mental y su estilo de vida despreocupado. Sus encuentros siempre eran una danza de opuestos, y ese día no era diferente mientras Rika visitaba a Bea en el Gimnasio.
Mientras discutían estrategias, una extraña criatura, un Pokémon legendario de los mares, Manaphy, apareció de la nada en el centro del Gimnasio. Con un brillo repentino y una pulsación que resonó en el aire, Manaphy desató su "intercambio de corazones", un fenómeno que se extendía más allá de los Pokémon, alcanzando a los humanos que se encontraban en su proximidad. Bea y Rika, sin saberlo, quedaron atrapadas en su trayectoria. El destello las envolvió, y cuando se disipó, la realidad se había torcido.
Bea se encontró de pie, pero su cuerpo se sentía ligero, casi frágil. Sus manos no eran las suyas; eran las delicadas manos de Rika. Rika, a su vez, sintió una repentina explosión de masa muscular. Su cuerpo era ahora el de Bea, fuerte, tonificado y alto.
—¡WOAH!… ¡No pensé que Manaphy aparecería de repente! —chilló Bea, pero la voz que salió de su boca era la melodiosa y aguda de Rika. Su mente se aceleró. ¡Esto era imposible! ¡Tenía que deshacerse! Estaba aterrorizada, su respiración se aceleraba. —¡Tenemos que encontrarlo y hacer que nos devuelva! ¡Esto es tan… extraño! ¿Me estás escuchando, Rika? ¡No podemos seguir así, sabes!
Pero Rika no escuchaba. O más bien, no quería escuchar. Con una sonrisa de oreja a oreja, estiraba los brazos de Bea, flexionaba los bíceps, palpaba los abdominales. —Mmm… ¡Mira estos músculos! ¡Estas caderas! ¡Tienes un buen trasero aquí, chica! —murmuraba con la voz grave y fuerte de Bea, una expresión de puro deleite en su rostro mientras su mente se deleitaba en la nueva y formidable forma. —¡Pff… Ese Manaphy es un genio! ¡No me importa esto para nada!
Manaphy, satisfecho con el caos que había creado y con el brillo de asombro y desesperación que bailaba en los ojos de sus "víctimas", voló por la ventana, desapareciendo tan rápido como había llegado, en busca de otro par de entrenadores o Pokémon para intercambiar.
La Condena Compartida
La desesperación de Bea se agudizó. Intentó razonar con Rika, suplicarle, forzarla a buscar una solución. Pero Rika, inmersa en la novedad de su cuerpo musculoso, simplemente se negó. Había aceptado su nuevo rol, el de la Líder de Gimnasio de tipo Lucha. Con su nueva figura, incluso la ropa de Bea le sentaba a la perfección. La gente en Stow-on-Side, acostumbrada a los cambios extraños en el mundo Pokémon, aceptó rápidamente a la "nueva Bea", que ahora parecía más enérgica y… feliz.
Bea, atrapada en el cuerpo de Rika, se hundió en una espiral de desdicha. Su mente de atleta, acostumbrada a la fuerza y el control, se sentía prisionera en un cuerpo que consideraba débil. Los entrenamientos eran una tortura; sus movimientos eran torpes, su resistencia mínima. La disciplina que la había definido se convirtió en una carga insoportable. Intentó mantener su identidad, pero el mundo la veía como Rika, y Rika (en su cuerpo) la ignoraba. Su frustración se transformó en una amargura silenciosa.
Rika, por otro lado, se deleitó en su nueva vida. Con el cuerpo de Bea, se convirtió en una Líder de Gimnasio increíblemente popular. El "ascenso" en su equipo (el cuerpo de Bea, sus habilidades innatas en combate) fue una excusa para abrazar la vida fácil. Su autodisciplina brilló por su ausencia, y aunque el cuerpo de Bea mantenía su forma por pura memoria muscular, Rika no lo cuidaba. Se atiborraba de comida chatarra, dormía hasta tarde y evitaba los entrenamientos extenuantes, dejando que la genética de Bea hiciera el trabajo. Su boca babeaba constantemente ante la "mejora" en su equipamiento corporal, sus nuevos abdominales y su trasero escultural.
El Final Amargo
Los años pasaron. Manaphy nunca regresó.
Bea, en el cuerpo de Rika, nunca pudo superar su pérdida. Su mente fuerte se pudrió en la frustración de un cuerpo que odiaba. Eventualmente, tuvo que abandonar el mundo de las batallas Pokémon. Se retiró a una vida anónima, miserablemente infeliz, su espíritu atlético aplastado por la impotencia. No aprendió a aceptar su nuevo cuerpo ni a encontrar nuevas pasiones; simplemente se rindió, convirtiéndose en una sombra de lo que fue, consumida por el resentimiento.
Rika, en el cuerpo de Bea, siguió disfrutando de los placeres superficiales de su nueva forma. Se hizo famosa, ganó batallas con facilidad. Pero debajo de la fachada de "éxito", había una creciente sensación de vacío. No había logrado nada por sí misma. Su disciplina se había atrofiado. La emoción inicial del "intercambio de corazones" se desvaneció, dejando solo una existencia sin propósito real, solo la satisfacción de una gratificación instantánea y superficial. No había una lección aprendida, solo una vida robada y otra, la suya, desperdiciada en un cuerpo prestado.
Ambas, prisioneras de un deseo ajeno y de su propia incapacidad para adaptarse, vivieron vidas de desdicha permanente. El "Gran Cambio" había llegado y se había ido, dejando tras de sí solo dos almas perdidas en un nuevo y cruel laberinto de piel.
FIN
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