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miércoles, 23 de julio de 2025

La Semana de "Noviazgo": Cuando Ranma Abrazó (A Regañadientes) su Lado Femenino


La Semana de "Noviazgo": Cuando Ranma Abrazó (A Regañadientes) su Lado Femenino

Ranma Saotome, el experto en artes marciales mitad hombre, mitad mujer, vivía con la constante amenaza de un simple chapuzón en agua fría. Su forma femenina era una fuente de frustración y vergüenza, algo que trataba de ocultar y evitar a toda costa. Sin embargo, el destino a veces tenía otros planes, o en este caso, un chico con información valiosa y un plan aún más retorcido.

Un nuevo estudiante llegó al instituto Furinkan, un joven llamado Kai, con una sonrisa enigmática y un aire de misterio. Corrió el rumor de que Kai era un coleccionista de artefactos extraños y que, increíblemente, poseía una pequeña botella etiquetada como "Agua Bendita del Pozo del Hombre Ahogado". Para Ranma, esas palabras eran música celestial. ¡La posibilidad de quitarse la maldición! Era un sueño hecho realidad.

Ni corto ni perezoso, Ranma abordó a Kai, quien lo escuchó con una sonrisa divertida. "Así que te interesa mi 'agua bendita', ¿eh, Ranma-kun?", dijo Kai, con un brillo en los ojos. "Bueno, tengo una propuesta... digamos... interesante."

La propuesta resultó ser la siguiente: Kai necesitaba una novia falsa para una semana. Una novia que pudiera impresionar a una persona importante para él. Y por alguna razón que Ranma no terminó de entender (y tampoco le importaba mucho), pensó que Ranma en su forma femenina sería perfecta. "Tendrás que actuar como mi novia durante siete días. Salir conmigo, ser cariñosa... ya sabes, todo el show. A cambio, al final de la semana, te daré el agua del Jusenkyo."

Ranma casi se atraganta. ¿Fingir ser la novia de alguien? ¿Durante una semana entera? Y lo peor de todo, tendría que hacerlo como mujer. Pero la desesperación por controlar su transformación y la promesa del agua mágica pesaron más que su orgullo masculino (y femenino). Aceptó, con la condición de que Kai no se pasara de la raya.

El infierno personal de Ranma comenzó de inmediato. Para hacer creíble su "noviazgo", tendría que transformarse constantemente. Y no bastaba con ser simplemente Ranma-chan. Kai tenía "estándares" muy específicos. "Necesitas verte... encantadora, Ranma-chan. Ya sabes, como una novia de verdad."

Esto significaba que Ranma tuvo que tragarse su orgullo y pedir ayuda a la única persona en el planeta que probablemente lo disfrutaría (y lo haría sufrir en el proceso): Akane Tendo. Al principio, Akane se negó rotundamente, acusándolo de ser un idiota y de merecerse cualquier humillación. Pero al ver la desesperación genuina (y la posibilidad de reírse un poco a su costa), accedió, aunque con una condición: él haría todo lo que ella dijera sin quejarse.

Así comenzó la transformación de Ranma en la "novia" perfecta. Akane, con una mezcla de venganza y una extraña forma de cariño, se encargó de su "arreglo". Vestidos ajustados que Ranma maldecía en voz baja, faldas cortas que lo hacían sentirse expuesto, escotes que... bueno, llamaban la atención más de lo necesario. Y luego estaban los zapatos de tacón. ¡Los tacones! Cada paso era una agonía, una prueba de resistencia para sus tobillos acostumbrados a las sandalias de entrenamiento.

El maquillaje fue otra tortura. Capas de cosas pegajosas en la cara, colores extraños en los labios y los ojos. Ranma se sentía disfrazado, ridículo. Pero Akane insistía en cada detalle. "Si vas a hacer esto, Ranma, ¡lo vas a hacer bien! Tienes que convencerlo."

Durante esa semana, Ranma tuvo que comportarse de una manera que le resultaba completamente ajena. Sonreír coquetamente (que a menudo salía como una mueca), hablar con voz suave (que a veces se le olvidaba y terminaba gritando), y fingir afecto por Kai (que generalmente consistía en mirarlo con ganas de golpearlo).

Las situaciones incómodas se sucedían una tras otra. Citas "románticas" donde Ranma apenas podía caminar con los tacones, intentos fallidos de actuar con "feminidad" que terminaban en desastres, y las miradas curiosas y a veces burlonas de sus compañeros. Akane, aunque a menudo se reía de él, también lo ayudaba a salir de los apuros y le daba consejos (a menudo contradictorios) sobre cómo actuar.

Lo más sorprendente para Ranma fue darse cuenta de la atención diferente que recibía como mujer. Los hombres eran más atentos (a veces demasiado), y las mujeres lo veían con una mezcla de curiosidad y quizás un poco de envidia. Experimentó la incomodidad de ser objetivado, pero también la amabilidad inesperada de algunas chicas.

Al final de la semana, agotado, adolorido y con su paciencia al límite, Ranma cumplió su parte del trato. Kai, impresionado (o quizás divertido) con la actuación de "Ranma-chan", le entregó la preciada botella.

La semana de "noviazgo" forzado había sido un infierno de tacones, maquillaje y modales forzados para Ranma. Cada día, se obligaba a sí mismo a sonreír, a tomar la mano de Kai, a soportar la atención no deseada y las miradas curiosas. Akane, a pesar de sus burlas iniciales, había sido una torturadora eficaz y, extrañamente, una especie de cómplice, empujándolo a cumplir con el papel hasta el más mínimo detalle.

Finalmente, el último día llegó. Ranma, agotado y sintiendo que cada fibra de su ser gritaba por volver a la normalidad (a su normalidad masculina), se encontró con Kai en el lugar acordado. El "noviazgo" había terminado. Kai lo miró con una sonrisa enigmática, esa misma sonrisa que Ranma había llegado a despreciar.

"Bien, Ranma-chan," dijo Kai, con un tono que a Ranma le pareció demasiado complacido. "Has cumplido tu parte. Has sido... una novia muy convincente." Hizo una pausa, y Ranma sintió que el corazón le latía con expectación. ¡Al fin, la libertad! ¡El agua!

Kai extendió la mano, y en lugar de la pequeña botella con el preciado líquido, lo que puso en la palma de Ranma fue... un billete. Un billete de cien yenes, y una nota garabateada. "Gracias por la actuación, Ranma-chan. La persona que quería impresionar se fue antes de tiempo. Fue divertido. Cuídate."

Ranma parpadeó, el cerebro procesando la información. ¿Un billete? ¿Una nota? ¡¿Qué demonios?! Levantó la vista, pero Kai ya se estaba alejando, su figura desapareciendo rápidamente entre la multitud, como si nunca hubiera estado allí. "¡Kai! ¡Espera! ¡El agua! ¡Me prometiste el agua!", gritó Ranma, con la voz de chica resonando con desesperación y frustración.

Intentó correr tras él, pero sus piernas, aún en los tacones que Akane le había obligado a usar, se tambalearon. Cayó de rodillas, el billete arrugado en su puño. El agua. El preciado líquido que controlaría su maldición. Todo había sido un fraude. Una farsa. Kai lo había engañado.

La indignación se apoderó de él, una furia que superó con creces la humillación de la semana. Se levantó, ignorando el dolor en sus pies, y empezó a buscarlo, desesperado. Corrió por las calles, por los callejones, por los mercados, gritando el nombre de Kai con la voz femenina que ahora odiaba más que nunca. Pero Kai había desaparecido sin dejar rastro. Como un fantasma. Como una broma cruel.

De vuelta en el dojo Tendo, empapado por una repentina lluvia que, para su colmo, lo mantuvo atrapado en su forma femenina, Ranma le relató a Akane su desgracia. Su prometida lo escuchó con una mezcla de sorpresa y, sí, una pizca de lástima. "Así que... todo fue una mentira. Y te obligó a actuar así para nada", dijo Akane, intentando contener una sonrisa (y fallando miserablemente).

Ranma gruñó, su rostro femenino contorsionado por la ira. "¡Voy a encontrar a ese idiota! ¡Lo voy a golpear tan fuerte que deseará no haber nacido!"

La búsqueda de Kai se volvió una obsesión para Ranma. Preguntó a todo el mundo, revisó cada rincón de la ciudad, pero el misterioso chico con barba y la sonrisa enigmática se había esfumado en el aire. Parecía que Kai era más un espectro que una persona real, un emisario de la burla.

La semana de "noviazgo" no le había traído el control sobre su maldición. No. Lo que le había traído era una amarga lección sobre la confianza y la crueldad del engaño. Y aunque Ranma nunca lo admitiría, esa semana forzada en los zapatos de una mujer, soportando el escrutinio, la incomodidad y las expectativas, sí le había dado una perspectiva. Una perspectiva que ahora se veía teñida por la frustración de haber sido utilizado, pero que, en el fondo, había expandido su visión del mundo de una manera que nunca hubiera imaginado. Pero por ahora, solo quería venganza. Y agua caliente. Mucha agua caliente.


FIN

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