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viernes, 18 de julio de 2025

El Precio del Deseo: Naruto Uchiha




Capítulo 1: El Sueño Roto y el Despertar Equivocado

Naruto Uzumaki, en lo más profundo de su ser, siempre había estado obsesionado por Sasuke Uchiha. Durante mucho tiempo, había creído ingenuamente que esa intensidad era simplemente amistad, que Sasuke era, sin lugar a dudas, su mejor amigo. Pero, a medida que los años transcurrían, esta percepción comenzó a cambiar, a transformarse de maneras que lo confundían. Y aunque era una verdad innegable que estaba enamorado de Hinata, siempre persistía algo en su interior, un anhelo inexplicable que quería más de Sasuke.

Esta extraña y compleja emoción solo se intensificó de manera cruel con el nacimiento de Sarada. En algún lugar recóndito de su alma, una punzada de envidia lo carcomía, una emoción que él, el futuro Hokage, no creía posible sentir. Sin embargo, sabía con una certeza absoluta y dolorosa que Sasuke nunca sentiría por él nada más allá de la amistad, pues Sasuke era completamente heterosexual. Y aunque Naruto, en su propia vida, también lo era, existía una única y desconcertante excepción: solo con Sasuke.

Entonces, el mundo se quebró. Cuando Madara Uchiha desató el Tsukuyomi Infinito, en esta ocasión, no hubo forma de detenerlo. La luz cegadora lo envolvió todo, y Naruto, junto con el resto de la humanidad, fue arrastrado al sueño más anhelado. Pero el sueño de Naruto fue… diferente.

El abrió los ojos. Un zumbido extraño llenaba sus oídos. Su cuerpo se sentía raro, pesado en lugares donde no debería. Se incorporó lentamente, y el vapor caliente le rozó la piel. Parpadeó, confundido. Frente a él había un espejo empañado.

Caminó hasta él, con la respiración acelerada, y con un gesto automático pasó la mano por la superficie para despejarla.

Lo que vio le heló la sangre.

Era él. Su rostro lo miraba de vuelta: los inconfundibles bigotes de zorro, los ojos azules, el cabello rubio alborotado. Era Naruto Uzumaki.

Pero el resto… no era suyo.

Hombros más estrechos. Unos pechos que subían y bajaban al ritmo de su agitada respiración. La curva de una cintura que jamás había tenido. La piel tersa, demasiado suave. Y en la frente, brillando con un resplandor ominoso, estaba el Sello Fuerza de un Centenar, el Byakugō no In.

—¿Qué demonios…? —susurró. La voz que emergió era suave, femenina, pero inconfundiblemente conocida. La mezcla resultaba extraña, casi grotesca.

Una oleada de pánico lo sacudió. Sus manos—delgadas, pequeñas—se movieron instintivamente hacia su pecho, como si con tocarse pudiera desmentir la visión del espejo. Pero la sensación era real. Demasiado real.

No, no, no… esto no está pasando. Esto debe ser un genjutsu.

Un golpeteo en la puerta lo hizo sobresaltarse.

"¡Mamá! ¿Vas a tardar mucho? ¡Yo también quiero bañarme!"

Naruto se quedó rígido. ¿Mamá? ¿Sarada? Su propia voz… No era su voz. Era más aguda, más suave. ¡Era la voz de Sákura! Y Sarada acababa de llamarlo "mamá". La palabra retumbó en su nueva cabeza. No perdió la calma, no del todo. Pensó que aquello debía ser algún error, alguna ilusión. Pero los "senos" que ahora le colgaban en el pecho, pesados y reales, le gritaban que no era así. ¡Que aquello no era un error!

¿Qué pensaría Sarada si al salir del baño viera el cuerpo de su mamá, Sakura, con la cara de Naruto? Se dijo a sí mismo que ya vería cómo lo explicaba. Tomó la toalla, que le pareció extrañamente grande y envolvente ahora, y se la pudo hasta los hombros, cubriendo desesperadamente esos "pechos que en esta realidad se veían mas grandes de lo que recordaba".

Salió del baño, esforzándose por mostrar una compostura que estaba lejos de sentir. Sarada, con esa mezcla de impaciencia y curiosidad tan propia de los Uchiha, lo esperaba en el pasillo.

"¡Ya era hora, mamá! Hoy te tardaste mucho", le espetó Sarada.

Naruto, habitando el cuerpo de la kunoichi más fuerte de Konoha, logró contestar con una calma forzada, mientras su propia voz, la de Sakura, salía de sus labios. "Perdón, Sarada, hoy necesité un poco más de tiempo". Y se dirigió a lo que ahora sería su cuarto. Él lo conocía bien, pues había estado en casa de Sakura muchas veces.

Se dirigió a la habitación. Abrió el armario y se encontró con la ropa de Sakura: la ropa interior delicada, las blusas ajustadas. Demonios… Se vistió con movimientos torpes, tratando de ignorar la extraña sensación de la tela abrazando curvas que no le pertenecían.

Cuando finalmente terminó, se miró en el espejo.

El cuerpo de Sakura estaba allí. Las manos de Sakura, las piernas de Sakura. Pero la cabeza… era la suya. La mezcla resultaba aún más perturbadora que el cambio completo.

—No hay duda… soy yo —murmuró, y su voz femenina retumbó en el silencio de la habitación. —Pero también… soy ella.

"No hay duda que es el cuerpo de Sakura aunque un poco mejor", murmuró, y la voz de Sakura le devolvió el eco. "Pero tampoco hay duda que es mi cabeza. Sarada no notó nada, por lo que es seguro que nadie lo hará."

Ya eran casi las 8:30 AM. Como Hokage —o, más bien, Ex Hokage en este nuevo y absurdo panorama— sabía que Sakura entraba a trabajar a las 9:00 AM. No podía simplemente quedarse en casa.

"Sarada, el desayuno está en la mesa y ya me voy a trabajar", le dijo, con una voz que, por primera vez, sonaba casi natural en ese cuerpo ajeno. La nueva normalidad, teñida de lo bizarro y lo prohibido, acababa de empezar para Naruto Uzumaki.




Capítulo 2: El Cuerpo Ajeno y el Beso Prohibido

La imponente estructura del Hospital de Konoha se alzaba frente a Naruto, o más bien, ante la nueva versión de él mismo que ahora habitaba el cuerpo de Sakura Haruno, la jefa del Departamento Médico. Un escalofrío le recorrió la espalda. Aquí, la vida de innumerables pacientes dependía de sus manos, de su conocimiento, de su habilidad. Y Naruto, el que siempre había resuelto los problemas a puñetazos o con un Rasengan, sintió una punzada de pánico genuino. ¿Cómo demonios iba a hacer esto?

Pero entonces, ocurrió algo curioso. Una extraña dualidad. Aunque en su mente seguía siendo, inequívocamente, Naruto Uzumaki, al mismo tiempo, una parte de él sabía exactamente lo que había que hacer como Sakura. Era una especie de memoria muscular, una intuición profesional que no era suya, pero que fluía por sus venas con una naturalidad asombrosa. Esta sensación, apenas perceptible con Sarada en casa, se había vuelto innegable al cruzar el umbral del hospital.

Saludó a las enfermeras y a los genin con una sonrisa fácil y una inclinación de cabeza que eran totalmente de Sakura. Nadie notó la disonancia. Nadie en los concurridos pasillos del hospital pareció percibir que la mente atada a ese cuerpo no era la que le correspondía. Cuando comenzó a tratar a los pacientes, sus manos se movieron con la precisión de una kunoichi médica experta, diagnosticando con una certeza que lo sorprendió. Las heridas cerraban bajo su tacto, las enfermedades retrocedían ante sus pociones. Lo hizo con una fluidez pasmosa, como si llevara años haciéndolo, porque el cuerpo, la memoria muscular de Sakura, recordaba. Incluso Tsunade, al pasar por su ala y verla en acción, la trató con la familiaridad de su antigua alumna y protegida, sin una pizca de sospecha.

El día laboral terminó de forma extrañamente eficiente. Con cada sutura, con cada informe médico llenado, Naruto se sentía más cómodo, más... Sakura. Salió del hospital con los últimos rayos de sol tiñendo el cielo de naranja y morado. Aún era temprano para preparar la cena, y Sarada tardaría un par de horas en llegar a casa después de sus entrenamientos. La tranquilidad de la rutina de Sakura lo envolvió mientras caminaba por las calles de Konoha, una ciudad que ahora se veía y se sentía diferente desde la altura y perspectiva de este cuerpo.

Fue entonces cuando sucedió. Algo que no estaba en su realidad. Algo que su cerebro de shinobi, acostumbrado a las sorpresas más descabelladas, no podía procesar.

Una silueta alta, elegante, apareció en la entrada de su casa. El cabello negro azabache, la capa oscura, la presencia inconfundible. Era Sasuke.

"Buenas tardes, mi amor", dijo Sasuke, su voz grave y melódica, el tipo de voz que a Naruto siempre le había provocado un escalofrío. Antes de que Naruto pudiera procesar las palabras, Sasuke se inclinó, y sus labios, que Naruto había anhelado en secreto con una intensidad que lo avergonzaba, se posaron sobre los suyos.

Fue un beso. Un beso apasionado, profundo, que le robó el aliento. La mente de Naruto gritaba en shock. ¡Sasuke lo había besado! ¡A él! ¡Naruto Uzumaki! Pero, extrañamente, su cuerpo respondió con una familiaridad que lo aterrorizó y lo excitó a partes iguales. Sus labios se movieron con naturalidad contra los de Sasuke, sus brazos se levantaron y lo rodearon con una intimidad que no le pertenecía. En esa realidad distorsionada por el Tsukuyomi, aquello era lo normal.

Cuando se separaron, Naruto aún estaba aturdido. El calor del beso permanecía en sus labios. No sabía que aquello era una cosa del Tsukuyomi Infinito; para él, en ese momento, era algún tipo de milagro, una fantasía hecha realidad de la manera más inesperada.

"¿Cómo te fue, mi cielo?", preguntó Naruto, y la voz de Sakura sonó tan dulce, tan natural, que apenas la reconoció como suya.

Sasuke sonrió, un raro y genuino atisbo de felicidad en su rostro, y comenzó a relatarle su misión, algunas de las aventuras que había tenido. Naruto escuchaba, una extraña euforia burbujeando en su interior. La cercanía de Sasuke, su voz, la forma en que lo miraba... era lo que siempre había deseado.

Una pregunta inocente escapó de sus labios, casi por inercia: "¿Viste al Hokage?"

Sasuke, sin dejar de sonreír, respondió: "¿A Naruto? Sí, lo he visto. Está muy bien, pero lleno de papeles en su escritorio. Me parece que el trabajo del Hokage no es tan interesante como parece."

Naruto apenas pudo disimular su sorpresa. ¿Él estaba bien? ¿Y estaba en su oficina? ¿Significaba que había otro Naruto? La lógica de este "sueño" (o milagro, como prefería pensarlo) era caótica.

Sin darse cuenta, Sasuke se puso de pie frente a "su esposa". "Sakura, quiero salir un rato, ¿por qué no me acompañas?"

Naruto, como si fuera lo más natural del mundo, y sintiendo una felicidad abrumadora que lo inundaba, le tomó el brazo. Salieron juntos, caminando por las calles iluminadas de Konoha, convertidos en una pareja común a los ojos de los transeúntes. Para ellos, era un día más. Y Naruto, por alguna razón que su mente analítica no podía descifrar, se sentía inmensamente feliz. Más aún cuando pasaban por algún aparador y podía reflejarse en el cristal, viendo su propia cara (la suya, la de Naruto) paseando de la mano con su amado Sasuke.


Capítulo 3: Un Clímax Inesperado y la Realidad Distorsionada

Naruto flotaba en una burbuja de felicidad que no conocía. Había estado extasiado por más de una hora, caminando al lado de Sasuke, sus manos rozándose, el sol del atardecer tiñendo de oro las calles de Konoha. No podía creerlo. ¡Estaba con Sasuke! ¡Su Sasuke! Y ahora era tan... cariñoso. Tan presente.

Pero entonces, una voz, o más bien una especie de impulso innato que se sentía como una intrusa, se manifestó desde lo más profundo de su nueva conciencia. Era la Sakura que vivía en ese cuerpo, la que había dictado sus movimientos en el hospital. "¡Mi amor! ¡La cena! Sarada no tarda en llegar y aún no está hecha", resonó en su mente con la urgencia que solo una madre y esposa puede tener.

Sasuke, al parecer, también lo sintió. Se detuvo, girándose para mirarlo a los ojos. "No te preocupes", dijo, su voz suave, sus ojos oscuros llenos de una calidez que Naruto nunca le había visto. "Hoy estoy feliz de estar junto a ti, así que vamos a comprar algo. Quiero estar contigo a solas todo el tiempo que me sea posible, porque quizá mañana ese Maldito de Naruto me envíe a otra misión y quiero gozarte todo lo que pueda".

La mención de "ese maldito de Naruto" lo dejó perplejo por un segundo. Se refería a él. ¡A Naruto! Era extrañísimo verse a sí mismo (a su otro yo) desde la perspectiva de Sakura y Sasuke. Pero la sorpresa se desvaneció rápidamente ante la abrumadora realidad de Sasuke. Naruto no podía creerlo. Sasuke no era para nada cariñoso, ni siquiera con su propia esposa, Sakura, o eso había pensado siempre. Pero ahora era diferente. Lo veía como un esposo cariñoso y amoroso, uno que quería pasar tiempo con él... ¿o con ella?

Estuvieron paseando, sin rumbo fijo, dejando que la noche los envolviera. De vez en cuando, se detenían en algún callejón oscuro, apartado de las luces de la villa, donde Sasuke volvía a besar apasionadamente "a su esposa". Naruto lo gozaba intensamente. Realmente no sabía por qué, pero quería que eso fuera para siempre. Le gustaba la vida que tenía ahora como esta Sakura. Lo malo es que siempre pasaría lo mismo, el estar con Sasuke sería limitado por "El maldito de Naruto", se dijo, pensando como Sakura, "siempre lo tenía en misiones". Pero no importaba. Disfrutaría todo el tiempo posible, cada segundo, cada roce.

Regresaron a su hogar apenas dos minutos antes de que Sarada llegara. La joven Uchiha irrumpió por la puerta, sus ojos oscuros brillando de alegría. "¡Papá, estás aquí!", exclamó, con una sonrisa amplia. "¿Y ahora cuánto tiempo te vas a quedar? Boruto está impaciente por que regresaras."

Sasuke sonrió a su hija. "No estaré mucho tiempo, y disculpa a Boruto de mi parte." Para Naruto, esto fue algo inesperado. Se había olvidado por completo de que tenía dos hijos y una esposa en su "otra" vida, su verdadera vida. Una punzada de preocupación lo atravesó. ¿Estarían bien? ¿Hinata, Himawari y Boruto?

Sarada, al ver que cenarían comida de restaurante, se puso muy contenta. La cena transcurrió con la familiaridad de una familia unida, aunque Naruto se sentía un impostor, feliz y aterrado a partes iguales. Al terminar, Sarada se despidió de sus padres, dándoles un beso en la mejilla a cada uno, pues al día siguiente tenía una misión. Miró a Sasuke. "¿Te volveré a ver mañana, papá?"

Sasuke le despeinó el cabello. "Hay muchas probabilidades de que no sea así. El explotador de Naruto seguro ya me tendrá alguna misión."

Sarada le dio otro beso, esta vez más prolongado, y le dijo con sinceridad: "Cuídate mucho, papá. Te extrañaré." Y se fue, dejando a Naruto y Sasuke a solas.

Sasuke y Naruto, en el cuerpo de Sakura, estuvieron platicando animadamente hasta casi las 11:00 PM. Compartieron anécdotas, risas. La noche se sentía mágica, irreal. Y entonces, Sasuke se levantó, extendiendo una mano a su esposa. "Vamos a la cama."

El corazón de Naruto dio un vuelco. Lo siguió a la habitación, el aire cargado de una tensión que era a la vez temor y excitación. Y entonces pasó algo que no estaba en sus planes, ni en su realidad original. Sasuke empezó a desvestir a la nueva Sakura. Sus dedos hábiles desabrocharon la blusa, la ropa interior. Naruto podía ver todo, pues había un espejo grande de cuerpo completo en la habitación. Veía su cara, la de Naruto, en el cuerpo de Sakura, siendo tomada por Sasuke.



Y pasó lo que tenía que pasar.

Hicieron el amor. No fue violento ni precipitado; fue lento, profundo, casi ritual. Cada caricia, cada susurro, se sentía amplificado, como si las fibras del cuerpo femenino que habitaba fueran más sensibles a cada estímulo. Naruto jadeaba, perdido entre el placer desconocido y la culpa asfixiante.

Cuando la intensidad finalmente se calmó, Naruto yacía exhausto entre las sábanas revueltas, el calor de Sasuke aún ardiendo en su piel. Por primera vez en años, se sintió completo… y al mismo tiempo, aterradoramente vacío.

Al despertar, el lecho a su lado estaba vacío. Su esposo ya no estaba. Pero sobre la almohada de Sasuke, había una nota doblada cuidadosamente. Naruto la tomó con manos temblorosas y la abrió. Decía: "Gracias por la mejor noche de mi vida, ansío regresar pronto. Te ama, Sasuke."

Naruto estaba extasiado. No lo podía creer. Había estado toda la noche con su amado Sasuke. Había cumplido, en la forma más extraña y surrealista, uno de los deseos más profundos y reprimidos de su alma. Pero la alegría se tiñó de tristeza. No lo volvería a ver hasta dentro de mucho tiempo. Eso le ponía triste. Hasta estaba pensando en ver al "Tirano de Naruto" para reclamar, para exigir que no enviara a Sasuke a misiones tan largas.

Pero entonces, el miedo lo golpeó. Si veía la cabeza de Sakura en su propio cuerpo (el de Naruto, el Hokage), y si ella recordaba quién era, si ella recordaba que era Sakura... ¿Y si le decía impostor? Era algo que no estaba preparado para afrontar. La realidad, o esta nueva versión de ella, se estaba volviendo peligrosamente complicada.

Capítulo 4: La Rutina Ajena y la Revelación Inesperada

Naruto, habitando el cuerpo de Sakura, siguió la vida de la kunoichi  médicos con una mezcla de sorpresa y satisfacciones. Los días en el hospital eran, como había anticipado la "Sakura interior" que ahora esra una memoria residual en su mente, bastante agotadores. Los turnos eran largos, las responsabilidades inmensas, y cada diagnóstico, cada cirugía, ponía la vida de los pacientes directamente en sus manos.

A diferencia de su papel como Hokage, aquí no había reuniones interminables, ni políticas aburridas; solo personas reales con heridas reales que necesitaban de sus manos para sanar. Y, para su sorpresa, aquellas manos —finas, delicadas pero fuertes— sabían exactamente qué hacer. 

Por eso para su asombro, descubrió que era profundamente gratificante. Quizá, pensó, incluso más que ser Hokage. Como líder de Konoha, sí, recibía las gracias y el respeto de la aldea, pero de otra manera. No era persona a persona, con la cercanía y la sinceridad que se sentía al recibir las gracias de aquellos que eran dados de alta, sanos y salvos, sus rostros llenos de alivio y gratitud. La conexión humana que experimentaba en el hospital era algo nuevo y poderoso para él.

Un día, el corazón de Naruto dio un salto. Sarada llevó a Boruto a casa. Su Ex-hijo. El miedo lo invadió. ¿Lo reconocería? ¿Notaría algo extraño en la "madre" de su amiga? Se desenvolvió completamente como si fuera Sakura, Naruto hizo que sus memorias residuales o conciencia de Sákura  dictará los movimientos y las palabras adecuadas. Y al final, para su alivio, no pasó nada. Boruto lo aceptó con la naturalidad. Naruto lo invitó a cenar, y Boruto aceptó con gusto, especialmente cuando Naruto, recordando los gustos de su propio hijo, preparó uno de sus platillos favoritos.

La interacción fue, para sorpresa de Naruto, fluida. Pudo conversar con Boruto sin levantar sospechas. Boruto, como siempre, habló mal de su padre, el Hokage (es decir, el Naruto Nuevo), quejándose de su ausencia y su obsesión con el trabajo. La nueva Sakura escuchaba con una paciencia que no era propia de Naruto, asintiendo y ofreciendo comentarios conciliadores. Boruto, en un momento, suspiró y le dijo a la nueva Sakura que esperaba impaciente a que regresara Sasuke. Y Naruto, sintiendo una punzada de anhelo que ya se había vuelto dolorosamente familiar, respondió con un aire soñador y cargado de anhelo: "Yo también".

Con el paso de los días y las semanas, Naruto había desarrollado un fetiche que lo sorprendió. En la soledad de su habitación, se encontraba masturbándose con la foto de Sasuke. Esto era algo que nunca, jamás, había hecho como Naruto. La idea le habría parecido vergonzosa e impensable. Pero el cuerpo de Sakura, con sus nuevas sensaciones y sus impulsos instintivos, respondía a la imagen del Uchiha con una urgencia que no podía controlar. Era una exploración íntima de un placer desconocido, un secreto que lo conectaba aún más a la vida de Sakura y a su propio deseo reprimido.

Ahora Naruto, ya estaba familiarizado con sus rutinas y responsabilidades, y se sentía mas cómodo con su nuevo cuerpo y su nueva vida.

Tres meses pasaron desde la partida de Sasuke. Naruto, inmerso en su nueva rutina y en la extraña intimidad de su vida con el cuerpo de Sakura, no había notado algo fundamental. Esto como hombre, nunca había tenido que preocuparse por ello. Pero fue su hija, Sarada, con su aguda observación de kunoichi y su pragmatismo, quien le dio el golpe de realidad.

"Mamá", dijo Sarada una tarde, con el ceño fruncido. "No he visto compresas en el baño en dos meses. ¿Estás bien?"

La pregunta golpeó a Naruto como un puñetazo en el estómago. La regla. No le había bajado. ¿Dos meses? El pánico lo invadió. ¿Qué significaba eso?

"¿Qué debería hacer, Sarada?", preguntó Naruto, la voz un hilo de miedo y confusión, olvidando por un instante la "Sakura médica" que lo habitaba.

Sarada lo miró con incredulidad, regañándola con la voz de su madre. "¡Mamá, eres una ninja médico! ¡Deberías saber qué hacer!"

Y Sarada tenía razón. La "Sakura interior" se activó. Naruto, con el corazón latiéndole a mil, se dirigió al hospital al día siguiente, pálido y nervioso. Solicitó una prueba de embarazo. El personal lo miró con curiosidad, pero Sakura Haruno era la jefa, y su privacidad estaba garantizada.

La espera fue insoportable. Cada minuto era una eternidad. Cuando el resultado llegó, el mundo de Naruto, ya patas arriba, se volteó de nuevo. La prueba era clara. Positiva.

Sucedió lo que tenía que suceder.

Naruto, el Séptimo Hokage, el héroe de Konoha, el último de su clan... iba a tener un hijo o una hija de Sasuke Uchiha.

Capítulo 5: El Legado Inesperado y el Amor de una Ilusión

La prueba de embarazo positiva se sentía como un jutsu de sellado permanente sobre el corazón de Naruto. Embarazado. De Sasuke. En el cuerpo de Sakura. Cada día en el hospital, mientras sus manos curaban y su mente se adaptaba con sorprendente facilidad a la pericia médica, el secreto crecía dentro de él, un torbellino de emociones ajenas y propias. La náusea matutina era real, los antojos eran innegables, y el vientre de Sakura, ahora su vientre, comenzaba a redondearse. No podía creerlo. Él, Naruto Uzumaki, el hombre que soñaba con ser Hokage, se había convertido en una mujer, una madre, una esposa.

El fetiche con la foto de Sasuke se había intensificado, convirtiéndose en un ritual nocturno. Era un acto desesperado de conexión, de asimilación con esta nueva identidad. Se tocaba, el cuerpo de Sakura respondiendo con una intensidad que lo abrumaba, mientras sus ojos se fijaban en la imagen de Sasuke, la prueba de que todo esto, tan real y tan imposible, estaba ocurriendo. La ausencia de Sasuke lo consumía más que nunca; anhelaba su regreso no solo por el deseo de verlo, sino por la necesidad de enfrentar esta nueva verdad a su lado.

Mientras el tiempo pasaba y el embarazo avanzaba, Naruto se sintió más y más arraigado en la vida de Sakura, pero sin perder la esencia de que alguna vez fue Naruto Uzumaki

El Encuentro con el Hokage

Un día, tras una reunión crucial en la Torre del Hokage sobre la distribución de fondos para un nuevo proyecto de sanación, Naruto tuvo que enfrentarse al otro él. Había evitado el encuentro directo durante meses, un miedo visceral recorriéndolo ante la idea de ver su propio rostro reflejado en otra persona, en el papel que le correspondía. Pero hoy no había escapatoria.

El Séptimo Hokage, con su postura fuerte y su distintivo peinado rubio, lo recibió con una sonrisa amable, la misma que siempre había mostrado Sakura a su mejor amiga. Naruto (en el cuerpo de Sakura) sintió un escalofrío al ver la figura rubia, con ojos azules vibrantes y las tres líneas en las mejillas que tanto lo caracterizaban. Era como mirarse en un espejo roto, una visión perturbadora de lo que había sido y ya no era.

"Gracias por venir, Sakura-chan", dijo el Hokage, sin levantar la vista de unos documentos que revisaba diligentemente. "Necesito tu opinión sobre un asunto complicado. Sé que puedo confiar en ti."

Naruto contuvo el aliento. Su mente, la mente de Naruto Uzumaki, esperaba que el Hokage lo mirara fijamente y gritara “¡Eres yo!”, que reconociera que el rostro de Sakura no era el de siempre, que notara su propia cabeza sobre ese cuerpo. Una punzada de terror, y al mismo tiempo de una extraña esperanza de ser descubierto, lo atravesó. Pero nada sucedió. El Hokage continuó hablando con la misma serenidad de siempre, completamente ajeno a la paradoja viviente que tenía enfrente. Hablaba de informes, de síntomas, de tratamientos, dirigiéndose a él con la confianza inquebrantable que siempre había tenido en su compañera de equipo.

Cuando el Hokage levantó la vista y sus ojos azules, aquellos ojos tan idénticos a los que Naruto (el original) poseía, se encontraron con los de Naruto (en el cuerpo de Sakura), una punzada de nostalgia le atravesó el corazón. Era como ver a un hermano perdido, a un reflejo de sí mismo en otra dimensión. Pero no hubo sospecha en su mirada. Para él, la Sakura que tenía delante era la de siempre, su compañera, su amiga, la madre de Sarada.

Naruto salió de la oficina con el corazón acelerado y la garganta seca. "Ni siquiera me reconoció", murmuró para sí misma, la voz de Sakura resonando en el silencioso pasillo. "No soy Naruto Uzumaki para él… Soy Sakura Huchiha. Siempre lo seré." La aceptación, amarga y liberadora a la vez, comenzó a echar raíces profundas en su alma.


Capítulo 6: El Regreso, el Nacimiento y la Verdadera Transformación

El tiempo siguió su curso, y la barriga de Naruto, ahora claramente la de una mujer embarazada, se hizo evidente para todos. La tensión por el regreso de Sasuke se volvió casi insoportable. Y entonces, llegó la notificación. La misión de Sasuke había terminado. Regresaría al día siguiente.

Naruto no durmió esa noche. La habitación de Sakura, antes un refugio para sus deseos prohibidos, se sentía como una jaula de oro. Al final, la honestidad, la cualidad más arraigada en Naruto Uzumaki, se impuso. Era su hijo. Su vida. La vida que, extrañamente, empezaba a sentir como suya.

A la mañana siguiente, el aire vibraba con una expectación silenciosa. Naruto, con el Byakugō en su frente brillando sutilmente bajo la luz de la mañana, sintió un tic en el estómago que no era solo por el embarazo. Estaba en la sala de estar cuando la puerta se abrió.

Allí estaba. Sasuke Uchiha. Su mirada, penetrante y familiar, recorrió la estancia hasta posarse en "Sakura". Había una fatiga en sus ojos, pero también una chispa de alivio al estar de vuelta.

"Sakura", dijo, su voz con la acostumbrada reserva Uchiha, pero con un matiz de cansancio afectuoso. Dejó su mochila en el suelo y se acercó, sus ojos notando algo. Su mirada se detuvo en el vientre de Naruto, aún pequeño, pero inconfundible. La sonrisa de Sasuke se desvaneció. No en repulsión, sino en una confusión genuina. "¿Sakura…?"

Naruto tragó saliva. Sus manos se aferraron al vientre. Esta era la hora de la verdad. "Sasuke-kun", dijo, su voz, la voz de Sakura, temblaba ligeramente. "Yo… nosotros…".

Sasuke, con la velocidad de un rayo, se arrodilló frente a él, sus ojos ahora fijos en el vientre de "Sakura". Sus manos, las mismas que empuñaban el Chidori, se extendieron con una delicadeza inaudita y cubrieron las de Naruto. La mirada en los ojos de Sasuke, esa mirada profunda que solo él podía tener, lo penetró. No había condena. Solo sorpresa. Y algo más. Una emoción que Naruto no había visto en él desde hacía años. Alegría.

"¿Estás… estás esperando un bebé?", susurró Sasuke, la incredulidad mezclada con una reverencia que desarmó a Naruto.

Naruto asintió, las lágrimas brotando sin control. Lágrimas de alivio, de miedo, de una felicidad inimaginable. "Sí, Sasuke-kun. Nuestro bebé."

Sasuke se puso de pie, y sin una palabra, lo atrajo hacia él en un abrazo tan fuerte que le quitó el aire. Fue un abrazo de una calidez y una posesividad que Naruto nunca había experimentado de Sasuke en su vida anterior. "Un bebé", repitió Sasuke, su voz ahogada en su cabello rosado. "Nuestro bebé."

En ese abrazo, mientras el corazón de Naruto latía contra el pecho de Sasuke, una última pieza del rompecabezas de su nueva realidad encajó con una crueldad exquisita. El Tsukuyomi Infinito no era un simple sueño. No era una ilusión de la que uno despertaría. Era una nueva línea temporal fusionada, forjada a partir de los deseos más profundos y reprimidos de quienes quedaron atrapados en él. Su obsesión por Sasuke, la conexión latente que siempre había tenido, había encontrado una salida retorcida pero real. El cuerpo de Sakura no era un disfraz temporal; era su nueva piel. El amor de Sasuke por Sakura, teñido por un afecto que se sentía extrañamente familiar, era genuino en esta realidad.

La vida de Naruto Uzumaki, el Séptimo Hokage, el héroe de la guerra, había terminado en el momento en que la luz esmeralda lo había engullido. O, al menos, esa versión de él. Lo que quedaba era Naruto, el hombre que ahora era una mujer, una esposa, una madre, atrapado en una felicidad que siempre había soñado, pero en una vida que nunca habría elegido. Las cosas no volverían a la normalidad. Nunca.

El día del parto fue un caos de dolor y asombro. Naruto, la mente de un hombre en el cuerpo de una mujer, experimentó el nacimiento con una intensidad abrumadora. Las contracciones, el empuje, el llanto... y finalmente, el pequeño cuerpo caliente en sus brazos. Una niña. Su hija Bela

Sus ojos se abrieron y la miraron. Eran los ojos grandes y verdes de Sakura, y su cabello, aunque tenue por ser recién nacida, prometía el rosado pálido de su madre. La piel, la forma de su carita, todo era un reflejo perfecto de Sakura y Sasuke. No había ni un solo rasgo de Naruto Uzumaki en ella que en algun momento tuvo miedo que pasara por su cabeza. Y justo en ese momento, al mirarla, Naruto sintió una última y definitiva pieza de su ser encajar.

Fue sutil. No hubo un destello, ni un sonido. Pero cuando Naruto bajó la mirada para ver a la bebé y luego alzó la vista hacia el espejo que había en la habitación del hospital, ya no vio la cabeza de Naruto Uzumaki sobre el cuerpo de Sakura. Allí, mirándola de vuelta, con los ojos llenos de lágrimas y una sonrisa de agotamiento y amor, estaba la cabeza de Sakura Haruno. No era una ilusión. Era real. Había aceptado por completo su nueva identidad, y con esa aceptación, su mente finalmente se había alineado con el cuerpo que habitaba. Ahora, la imagen externa era un reflejo perfecto de quien sentía ser: la esposa de Sasuke, la madre de sus hijos.

Sasuke, con lágrimas en los ojos, besó la frente de Naruto, luego la de la bebé. "Nuestra hija Bela, Sakura", susurró. "Es perfecta."

En ese instante, mirando a la pequeña criatura, sintiendo su calor, viendo la felicidad en los ojos de Sasuke, Naruto se dio cuenta de algo. La figura del "Hokage" que Sasuke mencionaba, el "maldito Naruto" que enviaba misiones... esa ya no era su realidad. Esa vida, con Hinata, Himawari y Boruto, se sentía ahora como un eco lejano, un sueño que había tenido antes de despertar en este. Este era su presente. Este era su futuro.

EPÍLOGO: El Legado Inesperado y la Nueva Normalidad

Los años pasaron. Naruto, ahora completamente Sakura Uchiha en apariencia, con la cabeza y el cuerpo de la kunoichi, nunca olvidó quién fue. En lo más profundo de su ser, la memoria de Naruto Uzumaki, el Séptimo Hokage, el niño que soñó con ser el líder de Konoha, permanecía intacta. Tampoco olvidó la fuerza impulsora que lo había llevado a esta nueva e inimaginable existencia: su inquebrantable amor por Sasuke Uchiha.

Ahora, como una Sakura al cien por cien, se dedicó en cuerpo y alma a ser una madre y esposa ejemplar. Los días en el hospital seguían siendo su pasión profesional, un lugar donde su habilidad curativa salvaba vidas y le brindaba una gratificación única. Pero en casa, su vida con Sasuke florecía en una intimidad que nunca había conocido. La conexión entre ellos era profunda, sensual. Naruto, con su nuevo cuerpo, descubrió que disfrutaba la intimidad con Sasuke de una manera que nunca había disfrutado como Naruto el Hokage. La pasión que compartían la llenaba de una felicidad abrumadora, y a menudo se preguntaba si aquella intensidad era una consecuencia de ser ahora Sakura, o si simplemente era la manifestación plena del amor que siempre había sentido por Sasuke, finalmente liberado de las barreras de su antigua vida y cuerpo.







Tras Sarada y Bela, tuvieron un hijo más, un varón al cual le pusieron Naruto, ya que este sería el padrino junto con Hinata. El pequeño Uchiha era el vivo retrato de su padre, Sasuke, con su cabello oscuro y su porte noble, pero sus ojos, profundos y curiosos, eran de un vibrante verde esmeralda, idénticos a los de Sakura.

La "normalidad" de Konoha continuó sin ellos, el "Hokage Naruto" lidiando con sus papeles, el "Sasuke de la capa" partiendo en misiones solitarias. Pero para Naruto, la vida era ahora una vorágine de biberones, pañales, risas infantiles y besos robados en la cocina. Aunque su alma había sido la de Naruto, su vida, su cuerpo, y su felicidad... ahora pertenecían por completo a Sakura Huchiha.





En este nuevo y extraordinario camino, Naruto experimentó dos de los días más felices de su existencia. El primero fue cuando Boruto y Sarada contrajeron nupcias. Ver a sus dos hijos, los lazos de sus dos vidas, unirse en matrimonio, la llenó de una alegría inmensa y una sensación de propósito cumplido. Y el segundo, un orgullo indescriptible, fue cuando Sarada se convirtió en la Novena Hokage después de Shikamaru. Ver a su hija, la hija de Sasuke y su hija, alzarse como líder de la aldea fue la culminación de un legado que trascendía su propia identidad.

Y en el rincón más secreto de su corazón, Naruto sabía que, en esta vida que nunca volvería a la normalidad, finalmente había encontrado lo que siempre había buscado, aunque de la manera más insospechada: un lugar donde pertenecía, y un amor que, en su esencia, siempre había estado destinado a él.

Y así, el mayor héroe de Konoha, el que deseaba ser Hokage y el soltero más codiciado, vivió el resto de sus días como una madre feliz y una esposa amada, con el rival de su vida a su lado. El Tsukuyomi Infinito no había sido un fin, sino el comienzo de la historia más extraña y hermosa jamás contada en el Mundo Ninja.

FIN


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