Mira estaba que ardía esta noche. Con su cabello de un rosa chicle inconfundible, su iluminador centelleando y un atuendo morado que provocaba sin romper las reglas de la plataforma, tenía a miles de espectadores enganchados a su pantalla. Le guiñó un ojo a la cámara, riendo con una melodía que era tanto encantadora como calculadora, e inclinó su pecho lo justo para que sus principales donantes iluminaran el chat con corazones y propinas.
"¡Vamos, chat!", ronroneó, lamiéndose los labios con un gesto estudiado. "¿Quieres que lea tu mensaje de donación en vivo, verdad? Entonces no seas tacaño".
Las donaciones llovieron: $10, $20, $50. Los arrulló con palabras de aliento y bromas, llamándolos sus "reyes generosos" y sus "príncipes", mientras su contador de dinero parpadeaba sin cesar.
Y entonces, llegó. Un golpe seco en la pantalla:
Donación de $1 – de: Neo83
"¡Hola Mira, me encantan tus transmisiones!"
Mira parpadeó y se inclinó con una sonrisa burlona. "¿Un dólar?", soltó una risa melodiosa que, aunque sonaba dulce, estaba cargada de veneno. "Qué triste." Se hizo un puchero exagerado. "¿Qué clase de perdedor envía solo un dólar?" Su voz se volvió empalagosa, pero el sarcasmo era afilado como un cuchillo. "¿Estás en la ruina o solo eres tonto?"
El chat estalló en risas y emoticonos de burla. "L + ratio + pobre", escribió un espectador.
Mira puso los ojos en blanco, como si el asunto le aburriera profundamente, y se recostó en su silla gamer. "Vuelve cuando tengas un trabajo de verdad, Neo83", zanjó, volviendo su atención a los donadores más generosos.
Entonces las luces de su habitación parpadearon. La pantalla falló, distorsionándose en una avalancha de estática. Su mando vibró violentamente en sus manos, una descarga eléctrica le recorrió la columna, y luego... la negrura lo consumió todo.
Cuando Mira abrió los ojos, se encontró en una habitación mugrienta, con las paredes manchadas y el olor a comida rancia y sudor impregnado en el aire. La silla crujió bajo su peso y sus dedos... estaban gruesos, grasientos. Se miró las manos con horror, notando los dedos regordetes como salchichas, una panza que rebosaba sobre una camiseta manchada, las migas de comida incrustadas en las teclas de un teclado sucio.
Un espejo sucio al otro lado de la habitación reflejaba una verdad nauseabunda: era un hombre obeso de 38 años, con un rostro sin afeitar, una mandíbula flácida y una incipiente calvicie.
"¡NO, NO! ¡¿Qué demonios es esto?!"
Su voz, ahora ronca y nasal, era una burla grotesca de su antigua melodía.
A pocos metros, una segunda pantalla cobró vida: su transmisión. Pero ya no era ella. Neo83 estaba ahora en su cuerpo, riendo torpemente, jugueteando con los auriculares, moviéndose de manera extraña en la silla.
"¡Eh... oye, chat!", chilló, su linda voz ahora llena de una energía despistada e incómoda. "Supongo... que ahora soy Mira, jeje".
Y entonces, las donaciones explotaron de nuevo, pero por una razón completamente diferente.
$100 – de: KingDingo "Mira, ¡este nuevo ambiente es tan humilde y adorable! Me encanta la energía incómoda".
$250 – de: SimpMaster69 "Nunca cambies, reina. Te amo".
En su nuevo y repulsivo cuerpo, Mira gritó de horror al ver a un extraño en su piel ganar miles de dólares mientras ella estaba sentada, sudando y con picazón, en una habitación olvidada con pizza a medio comer y un olor a sudor rancio.
El título del stream, visible en la pantalla, brillaba con una ironía desgarradora: "$1 Cambió mi Vida 💖".
El grito de horror de Mira se perdió en la mugrienta habitación de Neo83, ahora su nueva prisión. Se tambaleó hacia el espejo sucio y se miró. La cara de un hombre de 38 años, calvo, sin afeitar, con una mandíbula flácida, la miraba de vuelta. En su mente, los recuerdos de Neo83, o como lo conoció ahora, Nicolás, se abrieron de golpe. Vio los años de soledad, el trabajo aburrido, la chimichanga como consuelo. Nicolás tenía 38 años, de ahí el "83" en su nombre de usuario. Mira, una chica de 20 años acostumbrada a la fama y el glamour, sintió náuseas.
La desesperación la consumió. En la pantalla, vio a Neo83, en su hermoso cuerpo, riendo torpemente, jugueteando con los auriculares. Era un espectáculo grotesco. En un ataque de pánico, intentó apagar la transmisión, pero sus dedos torpes no encontraban el botón correcto. Lloró. Lloró por la vida que había perdido, por su cabello rosa, por su audiencia, por su cuerpo. Intentó llamar a la policía, pero ¿qué iba a decir? "Soy Mira, la streamer, pero estoy en el cuerpo de un hombre gordo y calvo y el hombre gordo está en mi cuerpo". La tacharían de loca, o peor, creerían que se trataba de una broma de mal gusto.
Mientras tanto, en el mundo virtual, Neo83 estaba en el cielo. Las donaciones llovían. El chat lo adoraba. Su torpeza y sus nervios, que habrían sido un desastre para Mira, eran vistos como "humildes" y "adorables". Con el acceso a los recuerdos de Mira, sabía cómo interactuar con el chat, cómo mantenerlos enganchados. Habló con su voz dulce, coqueteó con la cámara, e incluso se hizo un poco el "bobo" con los videojuegos. El público lo amaba. No había presiones, solo donaciones, halagos y la emoción de ser una estrella. Sin embargo, no sabía que las consecuencias de su nueva vida serían devastadoras.
Mira, después de una semana de pánico, de comer pizza fría y de sentirse miserable en la piel de Nicolás, se dio cuenta de que no había vuelta atrás. No había magia, no había rituales. Este era su nuevo destino. Y no iba a quedarse de brazos cruzados. Usando los recuerdos de Nicolás sobre la rutina diaria, los hábitos y el trabajo, decidió tomar el control. Lo primero que hizo fue limpiar el mugriento apartamento. Luego, se inscribió en un gimnasio. Comenzó con caminatas y poco a poco fue mejorando.
Con cada kilo que perdía, la desesperación de Mira se transformaba en determinación. No podía ser una streamer famosa en este cuerpo, pero tenía un arma secreta: su conocimiento del mundo de los influencers. Con el dinero que Nicolás tenía ahorrado, se compró ropa nueva, se afeitó, se cortó el cabello y consiguió un trabajo como manager de influencers, usando su experiencia de primera mano para ayudar a otros.
Por su parte, Nicolás, en el cuerpo de Mira, se había vuelto un fenómeno viral. Las donaciones se contaban por miles de dólares. Los patrocinadores llegaban en masa. Pero su vida se estaba desmoronando. Las redes sociales de Mira se llenaron de comentarios negativos. Sus fans se daban cuenta de que había un cambio en su personalidad, una vulgaridad y una arrogancia que no era propia de ella. Se convirtió en una especie de paria en la comunidad, y las donaciones comenzaron a disminuir, aunque aún eran una cantidad considerable.
Pasaron los años. Mira, en el cuerpo de Nicolás, se convirtió en un hombre de negocios exitoso. Perdió todo el peso, se puso en forma y se hizo rico como manager de influencers, fundando su propia agencia. Su historia fue la de un hombre que, de la noche a la mañana, había cambiado su vida. Un día, conoció a una streamer muy famosa y rica que había sido su ídolo antes del cambio. Se enamoraron y se casaron. Mira, aunque había perdido su cuerpo y su vida anterior, había encontrado una nueva felicidad, una felicidad genuina que no dependía de la validación de un chat.
Nicolás, en el cuerpo de Mira, se vio atrapado en un ciclo de autodestrucción. Su personalidad desagradable, sus malas decisiones y su arrogancia lo llevaron a la bancarrota. Los patrocinadores lo abandonaron, los fans se fueron, y se convirtió en una paria en el mundo de los influencers. La fama de Mira se convirtió en una maldición, y murió sola, pobre y amargada, en un apartamento en ruinas, sin entender nunca que el "gran cambio" no le había dado un premio, sino una lección que no supo aprender.
Buen final,deberías hacer historia más de este estilo
ResponderBorrarMe gusto este estilo
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