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sábado, 2 de agosto de 2025

La Broma del Bati-Traje: El Legado que no debería ser para Carlos


La Broma del Bati-Traje

Carlos, un adolescente inmerso en el mundo de los superhéroes, no idolatraba a los superhéroes por sus poderes, sino por su intelecto y su fortaleza. De todos ellos, a quien más admiraba era a Batman. "Es el más cool", pensaba, "un simple mortal que con su ingenio y su voluntad se enfrenta a villanos invencibles". La vida de un vigilante enmascarado, pensaba, sería "increíble".

Un día, el destino, en su retorcida forma, lo puso cerca de la acción. Un incidente menor en la ciudad de Gotham, una refriega entre unos matones de poca monta y la Batifamilia. Carlos observaba desde la distancia, el corazón latiéndole de emoción. Vio a Batman, a Robin, y a Batgirl, ágiles y poderosos, surcando la noche. "Ser ellos", soñaba Carlos, "ser parte de eso, sería lo mejor que me podría pasar".

Lo que no sabía Carlos es que también por ahí andaba merodeando el Hada de las Bromas. Aburrida de la rutina, y viendo el brillo de deseo en los ojos de Carlos, la pequeña hada, con su magia caprichosa y su sentido del humor macabro, pensó en una broma estupenda. ¿Un niño que idolatra a Batman? Perfecto. Lo pondría en el cuerpo de Batgirl, la heroína que, sin él saberlo, estaba destinada a un destino sombrío.

Con un destello de luz verde y un suave zumbido, el hada hizo su magia todo para poder divertirse y matar el tiempo.

Carlos sintió un cambio repentino. Su cuerpo se sintió más ligero, sus músculos más flexibles, su silueta... diferente. Cuando el shock inicial pasó, se dio cuenta. Estaba en el cuerpo de la escultural Bárbara Gordon, ataviado con el ajustado traje morado y amarillo de Batgirl, las orejas puntiagudas del Murciélago ceñidas a su cabeza.

Al principio, una euforia salvaje lo invadió. "¡Soy Batgirl! ¡Es casi como ser Batman!", pensó con una risa nerviosa. Tenía los recuerdos de Batgirl, la agilidad, los conocimientos de artes marciales. Podía hacerse pasar por ella, y lo hizo. Durante los siguientes tres meses, Carlos, en el cuerpo de Bárbara, disfrutó de una vida que creyó gloriosa. Se sentía admirado, poderoso. Se lanzó a la acción con una imprudencia que Bárbara jamás habría tenido, gozando cada salto, cada golpe, cada victoria menor sobre los criminales de Gotham.

La auténtica Bárbara Gordon, por su parte, se despertó en el cuerpo de Carlos. Sus recuerdos de haber sido Batgirl se desvanecieron, reemplazados por la vida cotidiana de un adolescente. Sin las ansias de ser un superhéroe, la vida de "Carlos" fue... normal. Desconectada de la heroína que una vez fue, ajena al macabro intercambio.

Pero la broma del Hada, como todas las bromas de las hadas caprichosas, tenía un final. Y para Carlos, fue el más fatídico de los destinos.

Llegó el día en que la risa maniaca resonó en los oscuros callejones. El Joker. Carlos, en el cuerpo de Batgirl, se había enfrentado a él antes, pero nunca con la misma imprudencia. El villano, con su sonrisa retorcida, lo emboscó en el apartamento de Bárbara, tras un combate brutal y desigual. Carlos, abrumado por la locura del Joker, no pudo reaccionar a tiempo. Un disparo. Un dolor insoportable que recorrió su columna vertebral. Cayó al suelo, el cuerpo de Batgirl inerte, la sonrisa del Joker resonando en sus oídos mientras se alejaba.

Cuando despertó en una cama de hospital, la realidad lo golpeó como un puñetazo. No podía sentir las piernas. Los médicos, con rostros compasivos, le dieron el diagnóstico. Daño irreversible en la médula espinal. Paraplejia. El cuerpo escultural de Bárbara Gordon, ahora era una prisión.

Entonces, Carlos se dio cuenta. La vida de un superhéroe no era un juego. La adrenalina y la admiración venían con un precio, un precio que él, en su ignorancia y vanidad, nunca había considerado. No había una gran lección de redención, no hubo una vuelta a la normalidad. Solo la amarga ironía de estar atrapado en el cuerpo de una leyenda, condenado a la silla de ruedas, sin haber sido nunca realmente la heroína que admiraba, y con la mente de un adolescente que solo buscaba la gloria.

La desdicha se convirtió en su compañera constante. Se acostumbró a la silla de ruedas, a la dependencia, a la mirada de lástima de Batman y Robin. La "verdadera" Batgirl, la Bárbara Gordon que era ahora Carlos, nunca supo el destino que le había sido robado, viviendo su vida ordinaria, ajena al tormento de su antiguo yo. Carlos, por su parte, se pudrió lentamente en el cuerpo de la otrora vibrante Batgirl, una burla cruel de la vida heroica que tanto había anhelado. La broma del Hada había sido un éxito rotundo.

FIN

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