La noche terminó con un ambiente
de camaradería inusual. Después del misterio del teatro, la pandilla y
Alejandro se dirigieron a una popular hamburguesería, donde las risas y las
charlas llenaron el aire. La tensión del beso en el teatro se disipó bajo el
aroma de las papas fritas y la atmósfera relajada.
Alejandro: "Gracias, chicos, lo he pasado fenomenal. Ya veo
por qué les gusta tanto hacer esto." Miró a cada uno de ellos, su sonrisa
pareciendo genuina. Luego, sus ojos se posaron en Dafne, una mezcla compleja de
emociones ocultas en su mirada. "Y gracias en especial a ti, Dafne, por
haberme invitado y hacerme conocer a estas personas tan maravillosas." Su
voz era suave, cargada de un significado que solo él entendía por completo.
Dafne: "¡Ay, Alejandro! ¡Me alegra tanto que te hayas
divertido! ¡Sabía que te gustaría!" Le sonrió, completamente ajena a la
tormenta interna que se libraba en él. "La verdad es que es muy
emocionante, ¿verdad? Y sí, ¡mi pandilla es la mejor! ¡Nos alegra mucho que
hayas venido y que les hayas caído tan bien!"
El corazón de la chica todavía
revoloteaba un poco por los besos, pero lo atribuía a la emoción del día y a la
nueva conexión con Alejandro. "¡Gracias a ti
por venir y por ayudarnos a resolver el misterio! ¡Eres un gran detective!
¡Espero que podamos repetirlo pronto!" Dafne Le dio un pequeño
empujón juguetón en el hombro, con la energía que siempre le ha caracterizado.
La noche había sido perfecta, y para ella y pensaba que, solo era el comienzo
de una nueva y emocionante amistad.
En la oscuridad de su habitación,
Alejandro no podía conciliar el sueño. La noche se había transformado en un
torbellino de pensamientos, cada uno más inquietante que el anterior. La imagen
de Dafne, su risa, sus ojos brillantes, y la sorprendente pasión de sus besos,
se repetían sin cesar en su mente.
¿Por qué ese beso lo hacía dudar?
La euforia inicial de la luna llena se había desvanecido, reemplazada por una
amarga realización. Se había enamorado. Un amor prohibido, nacido de la
manipulación y la ambición, ahora lo carcomía desde dentro.
Aún tenía más de diez días antes
de la luna nueva para visitar al brujo, pero la verdad era que ya no podía
hacer nada. Las condiciones se habían cumplido. La pócima había sido ingerida
por ambos, el beso había sellado el inicio del intercambio. Si no cumplía su
parte del trato, no solo perdería su alma de la peor manera, sino que moriría.
No había vuelta atrás. La vida de
Dafne, ese sueño obsesivo que había alimentado desde que la vio por primera vez
hace casi un año, se cernía sobre él. La fantasía de ser ella, de poseer
su encanto, su popularidad, su emocionante vida, ahora se sentía como una
jaula. Había deseado ser Dafne, pero en el proceso, había descubierto que
deseaba a Dafne por sí misma. Y esa revelación, ahora que era irreversible, era
su verdadera condena. La cuenta regresiva hacia la luna nueva continuaba,
inexorable.
Los días que siguieron al baile y
el beso en el teatro fueron una tortura para Alejandro. No dejaba pasar una
sola oportunidad de ver a Dafne. Cada encuentro era una mezcla agridulce de
anhelo y desesperación, la culpa carcomiéndolo mientras el plazo de la luna
nueva se acercaba implacable. Observaba cada uno de sus gestos, su forma de
reír, su espontaneidad; todo lo que pronto sería suyo, pero a un precio
impensable.
El siguiente lunes, al verla en
la universidad, la detuvo, su voz teñida de una necesidad que iba más allá de
la simple compañía.
Alejandro: "¡Hola, hermosa! ¿Tienes algo de tiempo?"
Dafne: "¡Hola, Alejandro! ¡Claro que sí! Justo iba para la
cafetería a tomar un café. ¿Pasa algo? ¿Necesitas ayuda con algo de la carrera
o.?. hay algún misterio por ahí que me tenga que enterar?" Le sonrió,
sintiéndose genuinamente feliz de verlo, su ánimo tan brillante como siempre,
sin atisbo de la inminente tormenta que vendría. "¡Ven, vamos! Te invito el café y me
cuentas."
Alejandro: "Claro, quiero hablar contigo de algo muy
serio." Su voz adquirió un tono grave, inusualmente sombrío para un lunes
por la mañana. La preocupación en su rostro era palpable, y por un momento,
Dafne sintió un escalofrío, algo que no tenía que ver con el clima.
Dafne: "¡Oh! ¿Algo serio? Ahora sí me pones nerviosa,
Alejandro," dijo, con un tono que seguía siendo ligero, intentando
disipar la tensión que él había introducido.
"¿Es sobre algún misterio? ¿O de tus clases? ¡Anda, dime! Sabes que puedes
contarme lo que sea." Entonces Le dio un apretón amistoso en el
brazo, guiándolo hacia una mesa vacía en la cafetería, lejos del bullicio de
los demás estudiantes. Su curiosidad de periodista se había encendido, pero
también una genuina preocupación por su amigo.
Alejandro: "No es nada de eso, Dafne. Mira... hemos convivido
bastante estos meses y hemos cruzado una línea. Por eso, seré claro y
conciso." Alejandro hizo una pausa, sus ojos buscando los de Dafne con una
intensidad que casi la hizo contener la respiración. "Dafne, ¿quieres
ser mi novia? O, si se te hace menos formal... ¿quieres salir conmigo?"
Dafne: Mi corazón dio un vuelco. Me quedé mirándolo, procesando
sus palabras. Sus mejillas se encendieron de repente, y sintió una oleada de
sorpresa y... ¿alivio? Desde los besos en el teatro, una parte de ella había
estado esperando eso, sin atreverse a admitirlo.
"¡Oh,
Alejandro! ¡Vaya! ¡Me has dejado sin palabras!" Rio nerviosamente, sus
manos estaban buscando su taza de café como un ancla. "Pues...
sí. Sí, quiero. Quiero salir contigo, Alejandro." Le sonrió, un
poco abrumada pero genuinamente feliz. "Es
que... creo que me gustas mucho, ¡Y me encanta pasar tiempo contigo! Eres tan
atento y... y me haces sentir muy especial."
Alejandro: "¿En verdad? ¿No estoy soñando?" La voz
de Alejandro se quebró, esta vez con una vulnerabilidad genuina, una mezcla de
asombro y una profunda tristeza. Sus ojos, antes calculadores, ahora reflejaban
una confusión dolorosa. "Es que... no pensé
que querrías una relación. Como tienes a Fred... siempre tan cercano, tan 'el galán'
de la pandilla, pensé que preferías estar sin compromiso. Pero... pero en
verdad me haces muy feliz, Dafne." Su mirada, cargada de un
arrepentimiento que no podía expresar, buscaba una conexión real, incluso
mientras la trampa se cerraba.
Dafne: "¡Claro que es verdad, Alejandro! ¡No estás
soñando!" Dafne río, sintiendo una felicidad radiante que la envolvía.
"Y en cuanto a Fred... él y yo siempre hemos sido solo muy buenos amigos y
compañeros de misterios. ¡Es como un hermano para mí! ¡Siempre lo ha sido! No,
no estoy comprometida, ni lo he estado." Sus ojos buscaron los de
Alejandro, un brillo de afecto en ellos. "Y tú... tú también me haces muy
feliz, Alejandro. Mucho."
Dafne se sentía en la cima del
mundo. La confesión de Alejandro había disipado cualquier pequeña duda que
pudiera haber albergado, confirmando los sentimientos que habían florecido en
su corazón. Era el inicio de algo nuevo y emocionante, algo que sentía que
había estado esperando sin saberlo. Estaba completamente ajena a la compleja
red de engaños que se tejía a su alrededor, o al dilema moral que ahora
carcomía a Alejandro. Para ella, el futuro se veía más brillante y lleno de
posibilidades que nunca, mientras que para él, cada palabra de Dafne era una
punzada más de un amor que había llegado demasiado tarde.
Pero ella no sabía lo que vendría
a continuación, y de lo cual Alejandro se estaba empezando a arrepentir con
cada fibra de su ser. El reloj seguía avanzando hacia la luna nueva, y con cada
momento que pasaba junto a Dafne, el peso de su inminente traición se volvía
insoportable. Una desesperación silenciosa se apoderó de él: necesitaba pasar
la mayor cantidad de tiempo posible con ella, absorber cada risa, cada gesto,
cada matiz de la Dafne que pronto dejaría de ser, no por elección de ella, sino
por su propia y terrible ambición. Por eso, Alejandro le hablaba a todas horas
y buscaba verla con una frecuencia casi febril, una necesidad de aferrarse a lo
que estaba a punto de perder para siempre.
Alejandro
(en un mensaje de texto): "Hola,
Dafne. ¿Cómo va tu clase de periodismo? Solo quería saber si estabas
bien."
Dafne
(respondiendo con un emoji de corazón):
"¡Hola, Alejandro! Va genial, ¡muy interesante! Y sí, estoy súper bien.
¿Tú qué tal? ¿Ya terminaste con tus lecturas de leyes o sigues en modo
'videojuegos'?"
Alejandro
(en un mensaje de texto): "Ambos,
rojita. He jugado y estudiado. Y pensado en ti. Pero más que nada,
extrañándote."
Dafne
(respondiendo con una sonrisa en el rostro):
"¡Ay, Alejandro! ¡Eres un lindo! ¿'Rojita'? Me encanta, es muy tierno. Y
yo también he pensado en ti hoy. ¡Ya quiero verte! ¿Cuándo salgas de clases te
vienes a la cafetería? Así me cuentas si ya te rendiste con el trabajo de leyes
por hoy y me ayudas a planear mi próxima aventura de misterio. ¡Necesito un
compañero de equipo extra!"
Los mensajes de texto se habían
convertido en un constante hilo conductor de su día, un reflejo de la nueva
intimidad entre ellos. Para Dafne, cada mensaje de Alejandro era una chispa de
emoción, una confirmación de su creciente romance. No percibía la desesperación
subyacente en el apego de Alejandro, ni la amarga ironía de su nuevo apodo,
"rojita", un término de cariño que sellaba el vínculo que él pronto
rompería de la manera más brutal. La cuenta regresiva hacia la luna nueva
seguía su curso, implacable, tejiendo el destino de ambos.
La Confrontación Final
El aire denso y el olor a incienso del Mercado de Sonora parecían más opresivos que nunca. Alejandro llegó al puesto del brujo, su corazón un tambor frenético en su pecho. El anciano lo miró, sus ojos penetrantes como si pudieran leer en lo más profundo de su alma.
Brujo: "Sabía que vendrías hoy. Todo está escrito. Y también sé de tus dilemas."
Alejandro: "¿Cómo es eso posible? Sé que eres poderoso, pero ¿en verdad lo sabes?"
Brujo: "Te has enamorado de la chica, ¿verdad?" El brujo no vaciló, la pregunta era una certeza en sus labios.
Alejandro: "Así es. Pero creo que ya no hay vuelta atrás, ¿o sí la hay?" La voz de Alejandro era apenas un susurro, una mezcla de desesperación y una esperanza que él mismo sabía que era inútil.
Brujo: "No la hay." La voz del brujo era fría e inquebrantable. "Tú serás Dafne Blake en un par de días. Y así como no puedes hacer nada para detenerlo, lo mismo será con el pago. Y bien sabes cuál es: tu alma."
El brujo extendió una mano huesuda, esperando el pago prometido. Alejandro lo miró, el miedo y el arrepentimiento peleando una batalla final en sus ojos. Había conseguido su sueño, pero el precio era más alto de lo que jamás imaginó.
El Precio del Alma
Un escalofrío de resignación
recorrió a Alejandro. El miedo, el amor y la ambición se fundieron en un nudo
en su garganta. Sin decir una palabra, sacó una pequeña navaja de su bolsillo,
la misma que usaba para afilar sus lápices de dibujo. Con un gesto rápido y
decidido, se cortó la yema de un dedo. La sangre, roja y viva, brotó, cayendo
en la mano extendida del brujo.
Brujo: "El pacto ha quedado sellado," dijo el
anciano, observando la sangre con una satisfacción perversa. "Ahora te voy
a explicar qué va a pasar:"
- "Cuando comience el ciclo de la luna nueva,
ella caerá enferma, aunque pensarán que no es más que un resfriado. Tú
también te enfermarás, pero tu malestar será mucho más doloroso. Los
doctores no sabrán qué tienes."
- "A la mitad del ciclo, ella se irá
recuperando, pero tú vas a empeorar. Es probable que te
hospitalicen."
- "Dos días antes de que termine el ciclo, tu
alma abandonará tu cuerpo y buscará a quien bebió la pócima contigo."
- "Al mismo tiempo, el alma de Dafne abandonará
su cuerpo. Esto será en la noche y para ella nadie se dará cuenta. Pero
tú, en el hospital, parecerá que tu corazón se detuvo. Estarás muerto, o
más bien, tu cuerpo por un par de minutos, hasta que el alma de la chica
entre."
- "Tú te vas a levantar como si nada, en su
cuerpo, y ella entrará en coma. De ahí, será su fuerza de voluntad si vive
o muere."
- "Tú obtendrás todo lo de Dafne: sus
recuerdos, sus maneras de hablar, de pensar, sus movimientos corporales y,
además, todo lo tuyo. Pero.. siempre sabrás que eres Alejandro."
- "Si ella sobrevive, también obtendrá tus
recuerdos y podrá usarlos para vivir como tú. Pero... también sabrá que
fue Dafne. Sin embargo, ella no podrá hablar de esto con nadie. Estará
obligada a comportarse como tú, a hablar como tú y a no revelar a nadie
quién fue."
- "La única persona con la que puede hablar de
esto es contigo, y eso si tú lo decides. La clave es que tú empieces esa
conversación."
"Bien,
eso es todo," concluyó el brujo. "Puedes evitar hablar de esto, y
Dafne estará obligada a ser tú. Pero eso, tú lo decides."
Alejandro, con el dedo vendado y
el alma firmada, salió del mercado con el peso del destino sobre sus hombros.
La cuenta regresiva había comenzado.
Los Primeros Síntomas
El primer día del ciclo de la
luna nueva había llegado, y con él, el inicio de la terrible transformación.
Alejandro, con el corazón encogido, tomó su teléfono y escribió a Dafne.
Alejandro (en un mensaje de texto): "¿Cómo estás? Yo estoy un poco enfermo."
Dafne: "¡Qué raro! Yo también me siento como resfriada. Tengo el cuerpo cortado y la nariz me fluye. Pensé que era el cambio de clima. ¿Tú qué tienes?"
Alejandro: "Yo tengo dolores, no sé de qué son. Pero me voy a ir al doctor a ver qué me dice. Tú descansa y recupérate."
La conversación, simple y
cotidiana en la superficie, era en realidad el eco de la maldición que se
cernía sobre ellos. El proceso de cambio había comenzado, y cada dolor, cada
estornudo, era un paso más hacia el inevitable desenlace. La inocente Dafne creía
que se trataba de un resfriado, mientras que Alejandro, con el conocimiento de
lo que estaba ocurriendo, se preparaba para el dolor y la metamorfosis de su
vida, sabiendo que no había nada que pudiera hacer para detenerlo. La cuenta
regresiva había llegado a cero.
La Visita al Hospital
La mitad del ciclo de la luna
nueva había llegado. Mientras Dafne ya se sentía completamente recuperada, con
su energía habitual, Alejandro había empeorado. Los dolores se intensificaron
y, finalmente, fue hospitalizado. Preocupada por su novio, Dafne corrió a
visitarlo. Lo encontró pálido y débil, conectado a varios aparatos en una cama
de hospital. La vista le rompió el corazón.
Dafne: "¡Alejandro! ¡Aquí estoy! Por Dios, ¿Qué te ha
pasado? Estoy tan preocupada por ti... Los doctores no me quisieron decir
mucho, solo que no saben qué tienes. Yo ya me siento perfectamente bien, como
si nunca hubiera tenido ese resfriado. ¿Qué te duele? ¿Hay algo que pueda hacer
por ti?" Con lágrimas en los ojos, tomó su mano con delicadeza, sintiendo
un escalofrío por su piel helada.
Alejandro: "Rojita, me duele mucho. No sé qué es lo que tengo
y los doctores no me dicen tampoco nada a mí. Y mis padres tampoco. No sé si
vaya a sobrevivir. Pero quiero que sepas algo... Te amo. Quizá no lo
creas, pero te amo. Y pase lo que pase, quiero que sepas que no miento. Y
quiero decirte algo..."
En ese momento, la voz de
Alejandro se apagó. Sus ojos se cerraron y el monitor al que estaba conectado
emitió un pitido largo y sostenido, señalando la entrada en coma. Dafne entró
en un llanto silencioso, sus lágrimas cayendo sobre la mano fría de Alejandro.
No había nada que pudiera hacer.
Dafne: "¡Alejandro! ¡No, no, no! No puedes dejarme... ¡No
me dejes! Yo también te amo... te amo con todo mi corazón, ¿escuchas? Por
favor, despierta... por favor, no te vayas. ¿Qué te está pasando? Los doctores
tienen que saber... ¡alguien tiene que saber qué hacer! Despierta, Alejandro...
no me dejes aquí sola." Se inclinó sobre su mano, sollozando, sin
soltarlo.
Una Espera Agonizante
Dafne fue sacada de la habitación
de Alejandro por una enfermera, sus sollozos resonando en el pasillo. Fue
llevada a una sala de espera, donde los padres de Alejandro, el Sr. y la Sra.
Villa, la recibieron con miradas de angustia. La Sra. Villa, con los ojos
hinchados de tanto llorar, se levantó de inmediato para abrazar a Dafne.
Sra. Villa: "¡Dafne, mi
niña! No te preocupes, va a estar bien... va a estar bien." Su voz se
quebró, pero intentó sonar consoladora. "Los doctores lo están atendiendo.
Nos han dicho que lo han llevado a terapia intensiva para monitorearlo de
cerca."
Dafne: "Sra. Villa, yo... yo no entiendo qué pasó. Estaba
hablando conmigo, me dijo que me amaba, y de repente... se apagó. ¿Qué le está
pasando? Los doctores no me dicen nada... ¿Ustedes saben qué tiene?" Las
lágrimas caían por sus mejillas mientras miraba a los padres, buscando una
respuesta que nadie podía darle.
Sr. Villa: "No, hija, no
lo sabemos. Ha sido un misterio para todos. Empezó con dolores hace días y
luego fue empeorando. Los doctores no encuentran nada. Nos han dicho que sus
órganos están sanos... pero algo lo está consumiendo por dentro." El Sr.
Villa se acercó, poniendo una mano tranquilizadora en el hombro de Dafne.
"Pero no te preocupes, lo están cuidando bien. Solo tenemos que tener
fe."
Dafne: "Pero ¿por qué él? Justo ahora... cuando...
estábamos tan bien. Yo sé que va a estar bien. ¡Tiene que estarlo! ¡Es
Alejandro!" Dijo, más para convencerse a sí misma que a ellos. La
esperanza y la desesperación peleaban una batalla interna en su corazón.
La Noche del Cambio
Los días se deslizaron en una
agonía lenta. La habitación de Alejandro se llenó de un flujo constante de
visitantes: amigos de la universidad, parientes lejanos, y por supuesto, la
pandilla de Scooby. Todos estaban preocupados, incapaces de entender la misteriosa
enfermedad que lo consumía. Dafne, sin despegarse de su lado, era la más
afectada, consolada por todos mientras su propio corazón se rompía en pedazos.
Llegó la fecha fatídica, dos días
antes de que terminara el ciclo de la luna nueva. En el instante preciso en que
el ciclo comenzaba a desvanecerse, algo sobrenatural ocurrió. En el hospital,
el corazón de Alejandro se detuvo. Los monitores emitieron un pitido largo y
desesperante. Los médicos y enfermeras entraron en pánico, iniciando de
inmediato las maniobras de resucitación.
Durante un minuto eterno, el
cuerpo de Alejandro permaneció inerte, casi dado por muerto. Pero justo cuando
la esperanza parecía extinguirse, su corazón comenzó a latir de nuevo, débil al
principio, y luego con un ritmo constante. Seguía en coma, pero algo en sus
ojos se sentía diferente, un brillo que ya no era el suyo. Mientras tanto, en
algún lugar de la ciudad, un cuerpo se agitó en su cama, se sentó, y se levantó
como si nada hubiera pasado. El cambio había sido completado.
Un Despertar Ajeno
El cuerpo de Alejandro, o lo que
parecía serlo, abrió los ojos lentamente. La luz cegadora del hospital le hizo
parpadear, y un coro de voces ahogadas se precipitó sobre él. El "nuevo
Alejandro", sin embargo, estaba aturdido. Los recuerdos de una noche de
misterio, una cena, un beso y una repentina debilidad, se agolpaban en su
mente. Miró a sus manos, ajenas, grandes y fuertes, y sintió una confusión
abrumadora.
Dafne se había despertado. O, al
menos, su alma había despertado en un cuerpo que no era el suyo. La sensación
de sus nuevas extremidades era extraña, una disonancia aterradora. En su mente,
una tormenta de pensamientos se desataba: ¿Dónde estoy? ¿Qué me pasó? El
recuerdo de la pócima, del brujo y de la advertencia de que "el alma de
Dafne abandonaría su cuerpo" se presentaba en su memoria. Sabía lo que
había sucedido, pero era una verdad tan monstruosa que su mente se negaba a
aceptarla. Lo más impactante no era solo la transformación, sino que también
los recuerdos de Alejandro estaban ahora alojados en su mente, como si fueran
suyos, pero con una extraña distancia. Recordaba su infancia, sus amigos, sus
clases, su plan... y su profundo arrepentimiento. Se sintió traicionada,
manipulada y, sin embargo, extrañamente ligada al ser que ahora ocupaba su
cuerpo.
La Lucha Silenciosa
Pasó una semana en el hospital.
Los doctores, asombrados por su repentina recuperación, lo sometieron a una
serie de exámenes que no arrojaron ninguna anomalía. Dafne, en el cuerpo de
Alejandro, se vio obligada a actuar como si nada hubiera pasado. Se adaptó con
una rapidez asombrosa, gracias a los recuerdos de Alejandro. Respondía a las
preguntas de los médicos, de los padres de Alejandro, y de sus amigos, pero por
dentro se sentía vacía, atrapada. La impotencia era su mayor tortura. No podía
gritar, no podía pedir ayuda, no podía contarle a nadie lo que le había pasado.
Los padres de Alejandro la veían como su hijo, feliz de que se hubiera
recuperado. Los amigos de Alejandro la felicitaban por su "milagrosa"
recuperación. Pero por dentro, Dafne estaba gritando, atrapada en un cuerpo que
no era el suyo, obligada a vivir una vida que no le pertenecía. Lo único que la
sostenía era el pensamiento de que el cuerpo de Dafne, su verdadero hogar,
estaba ahora en el limbo, y esperaba, con todo su ser, que aún estuviera
luchando.
La Nueva Dafne y la Agonía Silenciosa
La "nueva Dafne", con el alma de Alejandro en su interior, visitaba a Alejandro, en el cuerpo de Dafne, a diario en el hospital. A primera vista, la chica era idéntica a la Dafne de siempre: sus ojos azules brillaban con la misma calidez, su sonrisa era radiante, y su voz, dulce y melodiosa, llenaba la habitación. Se sentaba al lado de la cama, leía en voz alta para el cuerpo en coma, le contaba anécdotas sobre la universidad, los misterios de la pandilla y, con una ironía desgarradora, le hablaba de lo mucho que lo extrañaba y esperaba su recuperación.
Para el "nuevo Alejandro", sin embargo, cada visita era una tortura. A pesar de los recuerdos de Dafne en su mente, que le decían que esa chica era la dueña de ese cuerpo, su intuición y su alma gritaban lo contrario. Sabía, con una certeza que lo carcomía por dentro, que la persona que estaba sentada a su lado, hablándole con su propia voz y gesticulando con su propio cuerpo, era el ser que le había robado su vida. La imitación era perfecta, tan perfecta que se sentía como una burla cruel. La incapacidad de hablar, la regla impuesta por el brujo, lo tenía atrapado en un infierno de frustración.
En la mente de Dafne, atrapada en el cuerpo de Alejandro, el caos era absoluto. La voz de "su novia" era la voz de Alejandro, el rostro que la miraba con tanta devoción era el suyo. ¿Cómo podía ser? La mujer que amaba era la que la había traicionado. Pero la "nueva Dafne" no hablaba. Se comportaba con una normalidad aterradora. La impotencia era su única compañera. Sabía la verdad, pero estaba obligada a guardar un silencio que la estaba volviendo loca. Y cada vez que la "nueva Dafne" le tomaba la mano, o le sonreía, el corazón de Dafne, ahora en un cuerpo masculino, se rompía un poco más. La vida le había sido robada, y el ladrón estaba ahí, a su lado, fingiendo ser la persona que le había quitado todo.
Un Sueño Vacío
Alejandro, ahora en el cuerpo de
Dafne, miraba la vida que tanto anheló con una sensación de vacío abrumador.
Tenía la belleza, la gracia, el encanto y el círculo de amigos de Dafne. Tenía
su inteligencia y su vivaz forma de ver el mundo. Había conseguido su sueño.
Pero se sentía hueco, una cáscara. El beso que había sellado el pacto también
había encendido un amor genuino por la mujer a la que le había robado la vida,
y ahora el arrepentimiento era una agonía constante. Cada vez que se veía en el
espejo, no veía a la Dafne de la que se enamoró, sino al Alejandro que había
traicionado todo lo que amaba.
El cuerpo de Alejandro yacía en
un hospital, con el alma de Dafne atrapada en un silencio impuesto, y él, el
responsable, estaba sufriendo el peso de su propia ambición. Había logrado su
objetivo, pero había perdido su alma en el proceso, y no solo por el pacto con
el brujo, sino por la traición a su propio corazón.
A
partir de este momento, el destino de Alejandro y Dafne está en sus manos queridos lectores.
¿Qué
prefieres para el final de esta historia?
- Final feliz: ¿Dafne logra sobrevivir y ambos
encuentran una manera de revertir el hechizo, quizás con un nuevo pacto o
un sacrificio? o quizá la resignación
- Final trágico: ¿El amor de Alejandro es
demasiado tardío y la historia termina con una pérdida devastadora para
ambos?
Además,
¿te gustaría que la historia subiera de tono, explorando temas más
oscuros, dramáticos y sexuales, o que se mantuviera en un tono más suave y
romántico?
NO DEJES QUE UNA SOLA PERSONA DECIDA POR TI ASÍ QUE COMENTA Y DIME POR DONDE DEBERA IR LA HISTORA
Final tragico, siento que la historia ha llegado muy lejos como para ir por un final feliz, subir de tono también estaría bien
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