Bowser empezó a recuperar la consciencia, con la cabeza palpitando como si le hubieran dado un Caparazón Azul en la cara. Lo que fuera que le hubiera hecho esto, o quien fuera, lo pagaría. Oh, lo pagaría caro, asado en una llama viva. Pero al recuperar el sentido, algo se sentía... mal. No solo raro, sino profundamente extraño.
El aire a su alrededor vibraba con ruido. Vítores, gritos, ¿aplausos? Entrecerró los ojos ante el asalto de una luz blanca y deslumbrante que emanaba de todas partes, un aluvión de focos que le hacían doler los ojos. Levantó una mano para bloquearlos y se quedó paralizado.
La mano no era suya. Era pequeña, delgada, sin garras ni escamas. Solo piel suave y tersa, y uñas pulcramente recortadas, pintadas con un tenue brillo. Un extraño sonido se le escapó; un gruñido, o al menos pretendía serlo, pero lo que salió fue más agudo, más entrecortado... inconfundiblemente femenino.
Su corazón latía con fuerza, confundido. Presa del pánico, bajó la mirada. Su imponente figura de reptil había desaparecido. Sin caparazón, sin cuernos, sin un pecho ancho con una armadura natural. En su lugar había una figura ágil y delicada, vestida con una ajustada camisa negra y una falda roja brillante con volantes. Sobre un hombro colgaba un bolso rosa chicle con brillantes tachuelas en forma de estrella. Sus piernas, largas y suaves, estaban enfundadas en medias estampadas que terminaban en pies que se balanceaban precariamente en brillantes zapatos planos negros.
Bowser lo miró horrorizado.
¿Medias?. ¡Tenia puestas una medias!
Se quedó sin aliento. ¡El poderoso Rey de los Koopas... con medias! Se tambaleó hacia atrás, con los ojos abiertos, y algo se le escapó de las manos: un pequeño orbe brillante que no se había dado cuenta de que sostenía. Cayó al suelo con un ruido metálico y rodó ligeramente, deteniéndose cerca de sus pies.
Se agachó para recogerlo, tambaleándose por el cambio en su centro de gravedad, ahora mucho más alto. Su falda se movió con él, ondeando lo justo para que todo el acto pareciera una burla. Su mano se cerró alrededor del objeto, con dedos temblorosos, y al levantarlo, la superficie del orbe captó la luz circundante. Y le devolvió el reflejo del rostro.
Ojos grandes, mejillas sonrojadas, rasgos suaves enmarcados por un cabello castaño rojizo hasta los hombros. Era el rostro de una jovencita. Bonita e inocente.
De pronto le empezaron a llegar destellos de recuerdos: el nombre Serena, la vida de una Coordinadora Pokémon pero en esta ocasión estaba en una batalla y, al parecer, justo antes de que todo se volviera negro, el oponente de Serena, un chico llamado Ash Ketchum, había usado una jugada maestra con su Pikachu.
Bowser, en el cuerpo de Serena, apretó los puños. Su mente, ahora llena de recuerdos de Pokémon, concursos y batallas, se llenó de una furia que no entendía, pero que sentía como propia. "¡Ash!", rugió con la voz de Serena, "¡Te voy a hacer pagar!"
Mientras tanto, en algún lugar del vibrante y ajetreado Reino Champiñón, una figura corpulenta comenzaba a recobrar el sentido. Serena sintió un peso inusual, una pesadez que la anclaba al suelo de una manera extraña. Sus párpados se abrieron lentamente, revelando un mundo de colores brillantes y formas caricaturescas. Pero fueron sus manos lo que realmente la alarmó.
Grandes, escamosas, con garras afiladas que se extendían de cada dedo. Un grito ahogado, un sonido más parecido a un rugido gutural, escapó de su garganta. Alzó la vista y vio un cuerpo enorme, cubierto de escamas amarillas y verdes, con un caparazón puntiagudo que se extendía por su espalda. Dos cuernos curvos se alzaban sobre una cabeza tosca y amenazante.
Entonces, como una avalancha, los recuerdos llegaron. El ser Bowser, el Rey Koopa. Su obsesión por dominar el Reino Champiñón. Sus constantes batallas contra la Princesa Peach y sus protectores, Mario y Luigi. Serena conocía muy bien esta historia. Había pasado incontables horas jugando esos juegos, admirando la valentía de Mario y la bondad de la Princesa Peach. De hecho, la princesa siempre había sido su modelo a seguir, la encarnación de la gracia y la fortaleza.
Un sentimiento de profunda traición la invadió. Estaba atrapada en el cuerpo del villano, del ser que siempre había intentado arruinar el reino de su admirada princesa. No podía permitirlo. Con una determinación inesperada, Serena, ahora en el cuerpo de Bowser, se puso de pie, haciendo temblar el suelo bajo su peso. "¡Princesa Peach!", rugió con la voz grave y resonante del Rey Koopa. "¡Voy a ir a verte y... y voy a ayudarte!"
Su mente, aunque confusa por el cambio, tenía una claridad sorprendente en este único punto. No importaba cómo había llegado allí ni por qué. Ella, como Bowser, iba a proteger el Reino Champiñón y a la Princesa Peach de... de sí mismo. La ironía no se le escapó, pero su juramento era sincero. Con un torpe giro, la enorme figura de Bowser se dirigió hacia el castillo de la princesa, con una resolución que nunca antes había poseído.
Bowser, por su parte, no entró en pánico. Su mente, habituada a las tácticas y las estrategias de batalla, se concentró de inmediato en el objetivo: ganar. Ignoró la extraña sensación de su cuerpo, la voz aguda y la falda roja. La batalla contra Ash Ketchum continuaba, y la voz del árbitro sonaba en sus oídos. Con los recuerdos de Serena fluyendo en su mente, revisó mentalmente su equipo Pokémon. A su lado, estaban su valiente Pancham, su elegante Braixen y su fiel Sylveon. Bowser, acostumbrado a la fuerza bruta, se rió por dentro de esos Pokémon. Buscó algo más robusto, algo con más poder de impacto. Y entonces, los recuerdos de un Pokémon que Serena rara vez usaba le llegaron: su Rhyhorn, el Pokémon que su madre usaba para las carreras en el Rancho de Ryhorn.
Sin dudarlo, Bowser llamó a Rhyhorn. El Pokémon, un rinoceronte de roca y acero, se materializó en el campo de batalla con un estruendo. Ash y su Pikachu se quedaron estupefactos. La estrategia de Bowser era simple y brutal. "¡Embestida, ahora! ¡Y luego Carga de Cuerno!", ordenó con la voz de Serena, pero con una furia que Ash nunca le había oído. La fuerza imparable de Rhyhorn, combinada con la agresividad inesperada de Serena, fue demasiado para Ash quien no pudo dar ni una orden a su fiel compañero. En un golpe final, Rhyhorn derribó al Pikachu de Ash y la batalla terminó. Bowser fue vitoreado por la multitud, y los comentaristas elogiaron su nueva "estrategia de fuerza bruta". Bowser sonrió. Ser esta chica no estaba mal. Al menos por un tiempo, se quedaría así. La atención, los aplausos... era una nueva forma de poder, una que no requería de su imponente tamaño. Se quedaría el tiempo suficiente para averiguar cómo regresar a su cuerpo.
Por su parte, Serena llegó al Reino Champiñón con una bandera blanca en su enorme y escamosa mano. La figura de Bowser, tan temida y odiada, ondeando una bandera de paz, era un espectáculo tan grotesco como confuso. Mario y Luigi, viendo la bandera, se acercaron con cautela. Sus sospechas eran palpables. "¡Bowser, no nos engañas!", gritó Mario, con una expresión de desconfianza. "¡Qué broma estás planeando ahora!" Serena, en el cuerpo de Bowser, se sintió impotente. El rugido gutural de su voz no la ayudaba, y las garras de sus manos no podían expresar lo que su corazón sentía. Pero entonces, la Princesa Peach, con una bondad innata, se acercó. Vio algo distinto en el Koopa, un destello de bondad en sus ojos que nunca había visto. "Mario, Luigi, esperen", dijo con una voz suave y calmada. "Déjenlo hablar".
Serena, con el permiso de la princesa, explicó su historia con la mayor calma posible. "No soy Bowser. Soy una chica de otro universo. Algo pasó... y ahora estoy en su cuerpo". Les dijo que quería la paz en el Reino Champiñón, y que usaría el cuerpo de Bowser para lograrlo. Ocultó la información de que ellos no eran más que personajes de un videojuego en su universo. Esa verdad era demasiado cruel, demasiado devastadora para ellos. Serena, en el cuerpo de Bowser, hizo un juramento de paz, prometiendo que haría todo lo posible para que el Reino Champiñón estuviera a salvo.
El tiempo se escurrió de forma extraña para ambos. En el mundo de Pokémon, la "nueva Serena" se había convertido en un fenómeno. Los torneos de exhibición, que antes eran para Serena una forma de mostrar lazos y gracia, se transformaron em batallas Pokémon donde eran brutales demostraciones de poder. Bowser, en el cuerpo de Serena, dejó los concursos y se dedico a las batallas donde descubrió que su nueva estrategia, basada en la fuerza y el dominio, era tremendamente efectiva. Los Pokémon de Serena, especialmente su Rhyhorn, se adaptaron a esta nueva mentalidad. Rhyhorn, en particular, prosperó bajo la dirección agresiva de Bowser. La gente la vitoreaba, sus Amigos la miraban con una mezcla de admiración y confusión. Ash Ketchum, su rival y enamorado, se preguntaba qué había cambiado en su amiga. Bowser, disfrutando de la atención y los elogios, decidió que no tenía prisa por regresar. La vida de Serena era cómoda, llena de comida deliciosa y aplausos constantes. Mientras se asegurara de que nadie la descubriera, la vida de esta "chica espectacular" no estaba nada mal.
Mientras tanto, en el Reino Champiñón, la paz comenzó a florecer de una manera que nadie habría creído posible. Serena, en el cuerpo de Bowser, se convirtió en una inusual defensora del reino. Con el permiso de la Princesa Peach, dedicó su tiempo a reformar el Ejército Koopa. A su mando, las tropas de Bowser se transformaron. En lugar de atacar el castillo, comenzaron a ayudar en la reconstrucción de las ciudades, a proteger a los aldeanos de Goombas y de otros peligros. Mario y Luigi, aunque al principio desconfiaban, vieron la sinceridad en los ojos del Rey Koopa y la sorprendente bondad en sus acciones. La Princesa Peach, con su fe en Serena inquebrantable, la apoyaba en cada paso. Serena, por su parte, se dedicó a su nuevo propósito. Había encontrado una causa, un reino que proteger y una princesa a la que admirar. Aunque se sentía sola y aterrorizada, había encontrado la felicidad en la idea de que estaba haciendo el bien, corrigiendo los errores de un cuerpo que no era suyo.
El destino de ambos quedó suspendido en el aire. ¿Algún día regresarían a sus cuerpos? Nadie lo sabía. Bowser, en el cuerpo de Serena, vivía su vida de fama y comodidad, esperando el día en que la respuesta llegara, si es que llegaba. Y Serena, en el cuerpo de Bowser, se dedicó a construir un nuevo futuro, uno en el que su presencia, que alguna vez fue sinónimo de terror, ahora era un símbolo de paz. Ambos habían perdido sus vidas, pero de una manera extraña, también habían encontrado lo que siempre habían deseado: para Bowser, la adoración de las masas; y para Serena, un propósito significativo en un mundo de fantasía que nunca pensó que sería suyo.
FIN
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