El Deseo Prohibido (o Casi): Timmy, Trixie y un Paseo Muy Inesperado
Timmy Turner. El chico de la gorra rosa y los deseos a veces muy, muy tontos. Pero entre todos sus anhelos de bicicletas voladoras y pizzas infinitas, había uno que ardía con una llama constante y dolorosa: el amor de Trixie Tang. Trixie, la inalcanzable, la popular, la que siempre lo despreciaba con una mueca de superioridad. "¡Qué fastidio, Timmy!", "¡Quítate de mi vista!", eran frases que conocía demasiado bien.
Desde hacía tiempo, la frustración de Timmy había alcanzado niveles cósmicos. ¿Por qué ella no lo quería? ¿Qué tenía que hacer para que Trixie lo viera, realmente lo viera? Y entonces, una tarde, mientras Wanda salía a pasear a un adormilado Poof, una idea brillante, o al menos eso creyó él, iluminó su cerebro. Una idea que no rompía las reglas de la magia (en teoría), y que no le costaría más que un poco de "actuación".
"¡Cosmo!", exclamó Timmy, con una sonrisa pícara y esos ojos llenos de malicia infantil. El padrino mágico, con su habitual despiste, estaba intentando tragarse una nube.
"¡No, Timmy, no quiero hacerlo de nuevo!", gimió Cosmo, con un puchero. Ya sabía lo que venía. Las transformaciones raras, las situaciones incómodas... Pero Timmy era persistente.
"¡Vamos, Cosmo! ¡Sé un buen padrino mágico para mí!", suplicó Timmy, juntando las manos. "Es solo una vez más. Wanda no se enterará. Y esta vez es diferente, ¡es importante!"
Cosmo, con un suspiro de resignación que sacudió sus pequeñas alas, aceptó. Y con un "¡Dinkleberg!", o algo así, un estallido de magia rosa y verde lo envolvió. Cuando la luz se disipó, en el lugar de Cosmo, estaba... Trixie Tang. O, al menos, una réplica perfecta. Su cabello oscuro y liso, sus ojos desafiantes, incluso su expresión de "demasiado genial para esto".
"¡Qué horror! ¡Me siento... me siento tan... Trixie!", exclamó Cosmo-Trixie, frunciendo el ceño y sintiendo un escalofrío. Odiaba estas transformaciones, especialmente las que involucraban ser alguien "popular".
"¡Perfecto!", chilló Timmy, ignorando el lamento de su padrino. "Ahora, Cosmo... o mejor dicho, Trixie... ¡tienes que actuar como si me amaras locamente!"
El plan de Timmy era simple (en su mente de diez años): irían a otra ciudad, donde nadie los conociera, y él podría pasearse con "Trixie" de la mano, recibir su afecto, y finalmente, sentirse correspondido. Una fantasía temporal, pero ¿quién podía culparlo por desear un poco de amor?
Así que, con un pop mágico, aparecieron en las bulliciosas calles de una ciudad desconocida. Timmy, radiante, tomó la mano de "Trixie", el cuerpo de Cosmo retorciéndose un poco por la incomodidad de la pose. "¡Oh, Timmy, mi amor!", dijo Cosmo-Trixie con una voz forzadamente dulce, que sonaba extrañamente aguda y un poco robótica. "¡Qué alegría pasar este tiempo contigo!" "Pero dime Lindura"
Timmy flotaba. Era irreal, sí, pero el sentir esa mano en la suya, el escuchar esas palabras de amor (aunque salieran de Cosmo), era un bálsamo para su corazón despechado. Pasearon por parques, compraron helados, e incluso se sentaron en un banco, donde Cosmo-Trixie, con un suspiro audible, le dio un "beso" en la mejilla que a Timmy le pareció el cielo.
Pero para Cosmo, la experiencia era un tormento. Cada sonrisa forzada, cada palabra de cariño que salía de su "boca" de Trixie, era un esfuerzo hercúleo. "Esto es ridículo," pensaba con cada paso. "Odio ser esta chica. ¡Y odio que me pidan que ame a Timmy! ¡Soy un padrino mágico, no un actor de telenovelas!" Las miradas de admiración que Timmy le lanzaba eran casi insoportables. Cosmo extrañaba ser él mismo, ser un pez, ser un hada, ¡ser cualquier cosa menos Trixie Tang!
Mientras Timmy disfrutaba de su fantasía, ajeno a la agonía interna de su padrino, Cosmo-Trixie no podía evitar preguntarse si este deseo realmente valía la pena. La empatía era una lección difícil, y Timmy la estaba aprendiendo de la manera más sencilla, mientras que su padrino la sufría en silencio... y en el cuerpo de la chica que Timmy tanto adoraba. La tarde avanzaba, y aunque el sol brillaba, una nube de incomodidad mágica seguía a la peculiar pareja.
¿Cuánto tiempo podría durar esta farsa antes de que la realidad, o Wanda, los alcanzara?
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