馃幁 El Mapa del Merodeador y la M谩scara de Hermione
Ese trimestre, Draco Malfoy se hab铆a propuesto un problema pr谩ctico: descubrir c贸mo hac铆a Potter para desaparecer de la torre por las noches y qu茅 ten铆a que ver ese pergamino viejo y desgastado en todo el asunto. La Poci贸n Multijugos no serv铆a; duraba muy poco para varios d铆as de observaci贸n silenciosa y dejaba demasiadas huellas. Necesitaba un disfraz m谩s estable.
En el Callej贸n Diagon, encontr贸 un artesano de esos que nunca preguntan nombres: mitad arit煤mante, mitad maquillador teatral. El hombre le entreg贸 un kit dise帽ado a partir de un retrato: una pr贸tesis facial de silicona calcada a los rasgos de Hermione Granger, con los bordes tan finos que se difuminaban; un peque帽o encantamiento para modificar el timbre de voz; y una peluca con frente de encaje cuya raya parec铆a cuero cabelludo incluso bajo la luz intensa de una l谩mpara. Tambi茅n ven铆an las instrucciones: c贸mo preparar la piel, c贸mo asentar el puente de la nariz, c贸mo quitarlo todo sin rasgar.
Draco se transform贸 en un aula vac铆a del cuarto piso, donde el polvo amortiguaba cada sonido. Recogi贸 su propio cabello en la forma m谩s plana posible y lo fij贸 con un encantamiento ligador tan fuerte que sent铆a como si el aire mismo se hubiera ordenado. Un hisopo de alcohol quit贸 el brillo de su piel. Aplic贸 adhesivo en las sienes, a lo largo de la l铆nea de las cejas, las bisagras de la mand铆bula, y el caballete de la nariz. La pr贸tesis era fr铆a y flexible en sus manos; la coloc贸 primero sobre el puente —siempre el ancla—, luego la estir贸 hacia los p贸mulos y las orejas, alisando las diminutas burbujas de aire con las yemas de sus pulgares. La costura en los p谩rpados se asent贸 con una presi贸n suave. Un respiro, otra pasada con polvo trasl煤cido, y la superficie parec铆a piel, no maquillaje.
Prob贸 las expresiones. Cejas arriba: la frente se movi贸 con 茅l. Nariz arrugada: el material se flexion贸 y regres贸. Mordi贸 el interior del labio: no hubo deslizamiento, ni borde delator. El encantamiento de voz transform贸 sus palabras en un tono brillante y preciso, un poco m谩s en茅rgico que el suyo propio. La peluca fue lo 煤ltimo, con el encaje frontal aterrizando a un dedo de distancia detr谩s de la frente; alfileres en las sienes, un toque de adhesivo en la l铆nea del cabello, y luego una pr谩ctica ca铆da de rizos que sombreaba la ceja. Jal贸 un mech贸n hacia adelante y sinti贸 un escalofr铆o extra帽o: el tel贸n hab铆a ca铆do; la audiencia lo creer铆a.
La ropa consolid贸 la ilusi贸n. Unas medias dibujaban una l铆nea fr铆a subiendo por sus pantorrillas; una camisa almidonada y la corbata a rayas descansaban bajo un c谩rdigan de lana que exig铆a una postura mejor de la que sol铆a molestarse en mantener. El dobladillo de la falda rozaba sus rodillas de una manera que le hac铆a caminar diferente sin pensarlo. La t煤nica de la escuela cay贸 sobre todo como un sello.
En el retrato de la Dama Gorda, dio la contrase帽a que hab铆a o铆do de unos de primer a帽o. La Dama Gorda dej贸 que sus ojos viajaran desde el cabello hasta la corbata y los zapatos, y luego se abri贸 con un satisfecho carraspeo. La sala com煤n era toda felpa roja y resplandor de chimenea, oliendo vagamente a pergamino y corazones de manzana. Draco —Hermione— dijo "buenos d铆as" y cinco personas respondieron a la vez. Se sent贸 entre Potter y Weasley, corrigi贸 el “Wingardium Leviosa” de un primer a帽o y apil贸 con prontitud las notas de alguien en un mont贸n ordenado. Nunca se acerc贸 a la mochila de Potter; Hermione no lo har铆a. Simplemente observ贸 la forma en que Potter la manejaba, c贸mo la mano se demoraba un latido en la solapa superior, donde un hilo protector brillaba si la luz lo alcanzaba.
Se qued贸 hasta tarde dos noches “para terminar Aritmancia”, durmiendo en un sill贸n con un libro abierto sobre su pecho. El papel se asent贸. Para su sorpresa, le resultaba casi c贸modo ser Hermione: el orden llegaba con facilidad a sus manos, y la gente obedec铆a el tono sin resentimiento. Y a煤n as铆, cada vez que Weasley le daba una palmada en el hombro, algo tenso y fr铆o le golpeaba bajo las costillas: el recordatorio de que era Malfoy con modales prestados.
El desenmascaramiento lleg贸 en la tercera ma帽ana, y se sinti贸, despu茅s, inevitable. Potter entr贸 temprano con el olor de la biblioteca todav铆a en su t煤nica. Vio a Hermione junto a la ventana y se detuvo en seco, como si hubiera llegado a una l铆nea invisible en el suelo. Luego la cruz贸. Se acerc贸 demasiado para cualquier conversaci贸n educada, y Draco, que se hab铆a prometido a s铆 mismo que no se inmutar铆a, ech贸 su peso hacia atr谩s una pulgada. El movimiento fue peque帽o, pero fue suyo.
—Quieto —dijo Potter. Su mano se alz贸 hacia la l铆nea de su cabello.
—No... —comenz贸 Draco, pero los dedos ya estaban sobre el encaje. El adhesivo se mantuvo, luego cedi贸 con un susurro. La peluca se levant贸 (como se ve en la imagen). El verdadero cabello blanco brill贸 en las sienes como un fragmento de hielo. Potter no se molest贸 en parecer complacido. Su otra mano se cerr贸 sobre su —suya— nariz.
La pr贸tesis cedi贸. Hubo un ligero crujido, un suave tir贸n, el adhesivo calent谩ndose bajo el calor de la piel. Apart贸 el falso rostro lateralmente y hacia abajo; la mejilla se liber贸, el ojo se abri贸, la propia mirada furiosa de Draco se abri贸 paso. Otro tir贸n firme y la boca que no era de Hermione qued贸 libre. La pr贸tesis yac铆a en la palma de Potter, fl谩cida y extraordinaria, y Draco se qued贸 expuesto, respirando con dificultad y furioso.
—Maldito Potter —dijo, porque la rabia llega m谩s r谩pido que la dignidad.
Potter no reaccion贸. —De todos modos, no habr铆as llegado muy lejos —replic贸 con voz firme—. El Mapa mostr贸 tu nombre en nuestra sala com煤n en el momento en que entraste por el retrato... hace tres d铆as.
Draco parpade贸. Hab铆a asumido que el pergamino rastreaba pasos o apariciones, no la identidad. El error doli贸 m谩s agudamente de lo que lo har铆a el disolvente despu茅s.
—Vi tu punto dar vueltas alrededor de la chimenea, quedarte dormido en esa silla, buscar libros que nunca tocar铆as —continu贸 Potter, m谩s bajo ahora—. Solo quit茅 la peluca para que el resto de ellos tuvieran algo que entender. —Mir贸 los rizos en su pu帽o, luego la m谩scara, y cerr贸 la mano alrededor de ambos—. El Mapa se queda como nuestro secreto.
Caminaron hacia la oficina de la profesora McGonagall sin aspavientos. Potter no sac贸 su varita. Draco enderez贸 los hombros y mantuvo el ritmo, reuniendo lo que le quedaba de orgullo. La entrevista fue breve y formal: entrada ilegal, identidad falsa, treinta puntos para Slytherin, una advertencia sobre las consecuencias y una nota de que los art铆culos ser铆an devueltos a trav茅s de los canales adecuados “y no deben usarse en los terrenos de la escuela”.
De vuelta en la sala com煤n, Potter relaj贸 su agarre sobre el d铆a. Revis贸 que los hechizos protectores de su mochila no hubieran sido perturbados y, por un instante, despleg贸 el Mapa del Merodeador. La torre floreci贸 en delgadas l铆neas de tinta; los nombres se deslizaban por los pasillos en sus quehaceres cotidianos. Ahora no hab铆a ning煤n "Draco Malfoy" cerca de Gryffindor. Toc贸 el pergamino con su varita.
—Travesura realizada.
La tinta se escurri贸. La chimenea crepit贸 amistosamente. Al atardecer, la escuela hab铆a acordado —en tantas versiones como contadores hab铆a— que alguien hab铆a entrado pareciendo Hermione y salido pareciendo un problema. Potter no corrigi贸 a nadie. Archiv贸 una conclusi贸n donde guardaba el resto de su conocimiento 煤til: hab铆a gente en Slytherin que prefer铆a el ingenio al trabajo burdo con pociones, y Draco Malfoy era uno de ellos. La pr贸xima vez, si es que hab铆a una pr贸xima vez, Draco no comenzar铆a con una peluca o una cara, sino con la comprensi贸n de la herramienta que hab铆a subestimado.

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